Capítulo 14: Enséñame a sobrevivir

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Enséñame a sobrevivir

El ruido que provocó el disparo impactó en mi cabeza dejándome sin poder escuchar por algunos segundos. Podía sentir la sangre corriendo por mis venas. No oía mis pensamientos ni lo que quería hacer, y me resultaba imposible pensar en lo que había hecho. Observé al hombre con un hueco en la cabeza, me senté en el piso lentamente contra la pared y solté el arma que llevaba todavía sosteniendo con mi mano derecha. Las manos me temblaban pero aún seguía sin sentir nada. Seguía aturdida por el disparo como si la bala estuviera dentro de mi. La puerta de la habitación donde se encontraba Mía seguía cerrada. Pensé en ella, en lo preocupada que estaría al haber escuchado el disparo. Luego pensé en Glenn y enseguida volví a la realidad. Me acerqué a él quien miraba sin entender.
-¿Estás bien?- preguntó sin problema. Al ver que se encontraba bien me senté a su lado en el sofá pero no respondí. Nada más me dejé caer y me quedé contemplando ese cuerpo que seguía en el piso. Pensaba en todas las cosas que me habían hecho llegar a eso, como en las otras tantas que hubieran sucedido si no lo hubiera hecho. Trataba de convencerme de que había hecho lo correcto. Pero ¿acaso existe excusa para terminar con la vida de una persona? Le acababa de arrebatar la vida a un ser humano, le acababa de quitar su más preciado derecho, le había quitado el derecho a la vida.

Me quedé dormida, cerré los ojos y pude sentir como mis músculos se relajaban pero a la vez me causaban un dolor intenso. Soñé. Soñé con lo que alguna vez había sido.

Sentía la respiración agitada de Glenn a mi lado así que desperté. Lo único que deseaba era que al abrir los ojos el cuerpo muerto del hombre ya no estuviera en mi sala. Deseaba ya no acordarme de lo que había hecho.
Abrí los ojos pero todo seguía igual. Lo único que había cambiado era el humor de los tres caminantes a los que mantenía encerrados. Sentían el profundo aroma de la sangre corriendo por la madera del piso. Querían comer, sentían desesperación por poder llegar a uno de nosotros, por abrir nuestros cuerpos y devorarnos completamente, por convertirnos en uno de ellos.
Giré mi cabeza para ver a Glenn. Su rostro estaba repleto de sudor. Toqué su frente y claramente hervía. Lo más probable era que su herida se estaba infectando, por lo tanto necesitaba medicamentos, urgente.
Me levante del sillón dispuesta a ver qué podía encontrar en la caja de medicamentos. Habían algunas aspirinas y gotas para el dolor de estómago. Hallé algunos antialergicos y otras pastillas con nombres extraños. La verdad era que no sabía mucho sobre remedios por lo tanto no tenía idea que podía ayudarlo a calmar la infección. Estaba claro que no habría un remedio que en la caja dijera "para cuando te clavan un cuchillo" pero encontré uno que parecía el adecuado luego de leer dos veces el prospecto. Le di el calmante y luego de media hora la fiebre ya había bajado un poco. Mientras él descansaba traté de sacar el cuerpo del hombre y dejarlo en el pasillo del edificio. Lo que menos quería era que Mía lo viera, no luego de lo que me había dicho esa noche.
Eran cerca de las cinco de la mañana, me acerqué a la puerta de la habitación donde ella se encontraba, llamé a la puerta y luego de algunos minutos ella sacó la llave y me dejó pasar.
-¿Ya se fue?- preguntó, mientras se tomaba una de sus mejillas con la mano. Le aparté la misma y observé el moretón morado que ese hombre le había provocado.
-Mira lo que te ha hecho...- dije haciéndole una pequeña caricia en el rostro.
Me acosté junto a ella quien me pidió que la abrazara y me quedara allí. Se quedó dormida al segundo mientras yo seguía pensando en todo lo que había sucedido esa noche. Aún no lo había asimilado, todo parecía demasiado irreal, sobre todo la parte en donde le disparaba a un hombre en la cabeza. Estaba claro que había sido la menos dañada. Mía había recibido un buen golpe en su rostro y Glenn tenía la herida de un cuchillo en su abdomen. Después de todo lo único que tenía claro era que lo había hecho por ellos, verlos así había sacado lo peor de mi, el hecho de pensar que podía quedarme sola otra vez me había aterrado, eran ellos o él y no había que pensar demasiado para decidir a quién prefería salvar. Había aprendido a quererlos, al menos un poco, sin ni siquiera conocerlos.
Cerré los ojos nuevamente y más nada supe de la vida. No hasta que un golpe me despertó nuevamente. Suspiré agotada. Me aseguré que Mía estuviera bien y me levanté. Ni bien llegué al pasillo noté que Glenn estaba parado sosteniéndose la herida. A pesar de todo parecía estar bien así que me acerqué.
-¿Qué sucedió?- pregunté.
-Han rajado la puerta, Maggie- dijo observando la puerta de la habitación a la que yo llamaba "prohibida"- Todo lo que pasó ayer debe haberlos alterado un poco- dijo refiriéndose a los caminantes.
-¿Cómo te sientes?- dije tratando de cambiar de tema pero él me interrumpió.
-Maggie, tendrás que hacer algo...
-Lo siento, pero no puedo, aún no...-dije bajando la cabeza.
-Solo quiero que sepas que si algo sucede no permitiré que nadie resulte herido. Maggie, si algo sucede y Mía está en peligro no dudaré, incluso si tú estás en peligro.
-Lo sé, es solo que yo quiero hacerlo, solo prométeme que dejarás que lo haga yo.
Asintió con la cabeza no muy convencido y volvió al sofá.
El sueño ya no estaba en mi así que opté por tomar un vaso de agua y sentarme junto a la ventana. A pesar de lo tranquila que se me podía ver, por dentro aún seguía aterrada, no dejaba de pensar en cómo se las había ingeniado el hombre para entrar a la casa. Nos había estado espiando, eso estaba claro, sabía que estábamos allí. Me preguntaba si estaría solo, o si allí afuera habría más de ellos esperando para atacar. Fui al baño y observé mi rostro. Sangre. Había sangre en mi cuello, en mis mejillas, sangre de ese hombre. Me quedé contemplando algunos minutos mi reflejo en el espejo pensando si eso era en lo que la vida se había convertido, si sería así siempre. Si la sangre sería lo más importante en esa historia. Si siempre habría un poco de ella en nuestras vidas.
Abrí una botella de agua y traté de quitarme todas esas manchas. Quité las últimas evidencias de mi rostro y suspiré. Cerré la botella y me dirigí a la ventana nuevamente. Glenn con un poco de dificultad se acercó y se quedó junto a mí. Otra vez mirando el mismo paisaje de siempre. Aquel que ya había empezado a aburrirme, quería salir, quería ya no tener miedo.
-Lo que hiciste... Hubiera hecho lo mismo-dijo mirándome.
Asentí.
-Quiero que me enseñes a disparar, enséñame a sobrevivir- dije convencida.
Esta vez fue él quien asintió.

CUANDO LOS MUERTOS VIVEN -The walking dead (Maggie y Glenn)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora