Capítulo 20: Los precavidos

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Tras sonreír suspiré. El caminante cayó desplomado en el piso dejando un charco de sangre a su alrededor. La bala había impactado en su cabeza como flecha al tiro en blanco. Hacía aproximadamente nueve días que habíamos entrado en una vieja estación de policías de la zona. Las armas no eran abundantes, solo quedaban un par, pero lo que nosotros en realidad buscábamos eran municiones y por suerte esas no escaseaban. Mi puntería cada vez era mejor y cada vez practicábamos desde una distancia diferente. Me alegraba pasar el tiempo haciendo algo productivo y no encerrados en una casa mirando las paredes. Mía por su parte aprendió al igual que yo. Sabíamos que en algún momento tendría que aprender a sostener un arma, estábamos en un mundo donde la vida podía depender de un disparo. Así de espeluznante. La pequeña, al principio le temía a ese objeto negro entre sus manos, pero al avanzar los días se dio cuenta que eso podía salvarla en cualquier momento, siempre y cuando la utilizara con precaución y cuando fuese realmente necesario. 

Era un día soleado, podría decirse que estábamos casi a mitad del mes de setiembre, el verano estaba por terminar y se hacía sentir la llegada del otoño con su particular brisa refrescante. Las hojas colmaban las veredas de la ciudad como si esperasen a que los niños corrieran entre ellas y las pisaran para escuchar ese pequeño ruido que generaban las ramas al quebrarse. Caminábamos los tres por la calle, disfrutando del sol en el rostro, y tal vez,  por ese instante olvidándonos de lo que nuestra vida era en ese momento, cual era nuestra realidad, lo que nos rodeaba, aquella soledad permanente. Solo estábamos allí, disfrutando de lo que aún teníamos y dejando de lado lo que se había ido. 

Cruzamos otra vez la puerta de entrada del pequeño edificio. Subimos las escaleras y finalmente podíamos decir que estábamos en casa. Glenn inmediatamente se dejó caer en el sofá mientras Mía corría a la habitación para volver a saltar en la cama. En cambio yo me dirigí a la cocina en busca de comida. Abrí el mueble y tomé una lata de comida, detrás de ella la completa oscuridad. No quedaban provisiones, lo que solo significaba una cosa, había que volver al supermercado. Llamé a Mía y le di la última lata, prefería que comiera ella en caso de que algo se tornara difícil con las provisiones. 

-Debemos ir a buscar más, ya no queda más comida-dije mientras le daba un vaso de agua a la niña.

-Esperemos a que el sol baje un poco-dijo sin moverse del sillón.

-Está bien-dije tranquilamente.

Si había algo que realmente extrañaba era el agua caliente cayendo en mi cuerpo. Mi situación se resumía en sudor y ropa sucia. Estaba decidida en conseguir más botellas de agua de lo necesario con tal de poder "bañarme". Glenn cerró sus ojos y quedó completamente dormido, Mía hizo lo mismo en la que ahora era su habitación y yo simplemente me quedé sentada frente a Glenn observándolo. Pensé en Jack por primera vez en tanto tiempo. Pero no traté de recordar como él era conmigo, ni lo que habíamos vivido o el sentimiento que tenía hacia él. Lo recordé porque en ese momento al mirar a Glenn, con esa paz que lo rodeaba, sentí lo mismo que aquella vez cuando conocí a Jack, la primera vez. Entonces por fin recordé que se sentía querer a alguien. 

Abrí los ojos sin recordar en que momento me había dormido. Glenn estaba allí parado junto a la ventana, pero esta vez observando las fotos que estaban colgadas de la pared y algunas apoyadas en la mesita junto a la televisión. Tomó una de ellas, una en particular. Se dio vuelta como si supiese que estaba observándolo desde mi lugar. Levantó una de sus cejas y me sonrió. Me levanté del sillón y me acerqué hasta él. 

-Mi madre, mi padre, mi abuela...-señalé a cada uno en la fotografía.

-¿Y él?-dijo preguntando por Jack.

-Él era mi novio.

Asintió y volvió a dejar la fotografía en la mesa.

-¿Saldremos ahora?-preguntó

-No, yo saldré, tu te quedaras aquí con Mía.

-No pensarás que te dejaré salir sola por la noche...-dijo moviendo la cabeza.

-Glenn, Mía debe quedarse aquí, no la expondré a esta hora...

-En ese caso quédate tu con ella...

-No, Glenn-dije interrumpiendo- iré yo, ademas tu no sabrías como entrar, solo se puede acceder por la casa de Patrick.

-¿Quien es Patrick?-preguntó sin entender.

-Era un amigo de mi padre, no importa. Te quedarás. Ya lo he hecho antes, todo saldrá bien, ademas ahora ya puedo defenderme-dije haciendo referencia al arma.

-Maggie...-pronunció no muy convencido.

-Todo irá bien- dije y sin pensarlo le di un abrazo. Él respondió al mismo y en ese momento sentí sus brazos sobre mi cuerpo. Deseaba quedarme allí por un rato, sintiéndome protegida, pero me aparté y sonreí, no quería incomodarlo. Tomé algunas balas extras, mi cinturón, coloqué el arma, y llevé conmigo una linterna. Tras abrir la puerta observé que no hubiese ningún caminante a la vista. Por fortuna el único que respiraba lo demasiado cerca como para perturbarme estaba arrastrándose en el suelo, por lo que clavé sin problema el cuchillo en su cabeza dejándolo sin vida, o lo que quedaba de ella. Encendí la linterna para poder conseguir más claridad, la luna alumbraba lo necesario para poder andar sin problema pero no quería que ningún caminante me sorprendiera por lo que me pareció mejor encenderla. Miré hacia atrás y vi a Glenn en la ventana, desde allí me miraba inmóvil, observando cada uno de mis pasos. Caminé hasta llegar a la casa de Patrick, su cuerpo se había descompuesto por completo y me generó nauseas ver lo que quedaba de él allí. Llegué a la puerta que conectaba la casa con el supermercado pero algo me detuvo. Alumbré el resto de la habitación. Algo había cambiado. Los cientos de trofeos y medallas que Patrick tenía sobre su armario estaban tirados por el piso. En la mesa había restos de comida y un reloj. Un reloj que no había estado allí la última vez. Mi corazón se aceleró al igual que mi respiración. No hacía falta pensar demasiado para que me diera cuenta que alguien había estado allí. Pensé en el hombre que había entrado a casa, tal vez podría haber sido él, pero también recordé a "los bravos" y en lo que me había dicho Glenn. Recorrí el resto de la casa pero allí no había más que los restos de Patrick. Entonces pensé en el supermercado. 

Abrí la puerta despacio para no causar ningún ruido. Entré y apagué la linterna. Quería nada más prestarle atención a mis oídos, pero el silencio era abundante allí adentro. El supermercado era lo suficientemente grande como para no escuchar nada, perfectamente podría haber alguien allí y tal vez nunca me enteraría. La encendí nuevamente y tomé uno de los carros para colocar las cosas. Tomé una gran cantidad de cajas de cereales, comida enlatada y botellas de agua. Recorrí el supermercado en busca de otras cosas y a simple vista no vi a nadie, lo que logró calmarme un poco. Crucé la puerta del supermercado y se me ocurrió tapar la puerta colocando un mueble delante. Con todas mis fuerzas moví el armario donde Patrick solía colocar sus trofeos de golf y cubrí la puerta. Tomé el carro nuevamente y salí de la casa. Tras cruzar el jardín de entrada miré hacia todos los lados posibles, quería asegurarme que no hubiera nadie cerca, ningún caminante y ningún ser humano. El ruido que provocaba el carro en la calle me ponía mas nerviosa, era imposible que alguien no lo escuchara, si es que había un "alguien". Llegué hasta la esquina de mi casa, pero tuve que enfrentarme a uno de los muertos, otra vez clavandole un cuchillo en la cabeza. Empujé el carro otra vez. Fue allí cuando mi corazón se paralizó. Sentí un nudo en el pecho, aquel que ya empezaba a aparecer con frecuencia. Dejé de mover el carro y un silencio inmenso se apoderó de mi alrededor. Tanto como para escucharlos bien claro. Dos disparos. Uno. Dos. Atormentándome por de donde provenían.

Pensé en ellos.


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GRACIAS POR LEER

Sil.S

CUANDO LOS MUERTOS VIVEN -The walking dead (Maggie y Glenn)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora