Capítulo 4: La pequeña Lizz.

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El rostro de Jack me producía escalofríos. De solo pensar en el dolor que estaría sintiendo en ese momento mi cuerpo se paralizaba y mi mente trataba de entender lo que hasta ahora era imposible. Mi madre tenía la mano apoyada en su frente, tomándole constantemente la temperatura que se elevaba en cada minuto. Mi padre caminaba en círculos pensando en alguna solución, pero él realmente sabía que no la había. 

Mi vida junto a Jack había sido tan intensa que verlo morir delante de mis ojos era perturbador. Su mano aún sostenía la mía, él seguía allí. Apenas se durmió mi madre movió la cabeza de lado a lado simulando un "no". Se levantó de la silla y se acercó a mi padre que ya estaba junto a la mesa.

-No hay nada que hacer. Pronto sucederá y cuando sea el momento no quiero que nadie más resulte herido... ya sabes lo que hay que hacer, David.

-Lo se, es que me parece un poco pronto- respondió mi padre.

-Sabes que Maggie no soportará verlo de esa manera, hazlo por ella- pronunció en silencio pero fue imposible no escucharla. Mi abuela se levantó del sofá y se retiró a su habitación cerrando la puerta.

-Debe haber una solución, no podemos simplemente...dejarlo ir- dije desesperada mientras algunas lágrimas brotaban de mis ojos. Mi madre se acercó y me abrazó.

-Maggie, mi niña, sabes como funciona, no hay nada que nosotros podamos hacer, piensa en él, está sufriendo.

Mi padre se apartó de la mesa y se mantuvo observando a Jack desde un rincón de la habitación. En mi interior yo sabía que no había solución, pero la idea de enfrentarme a la vida sin él era dolorosa. Jack había sido mi novio durante tres años. Sus padres habían fallecido en un accidente automovilístico hacía un largo tiempo y nosotros aceptamos recibirlo en casa ya que no tenía con quien vivir. Era uno más de la familia. Nunca amé a un hombre tanto como a él y dudo que suceda alguna vez. Él había sido todo lo que esta bien en mi vida y verlo irse frente a mí era inaguantable. 

Jack pronunció un suspiro e inmediatamente los tres nos acercamos a él. 

-Quiero hablarte-dijo entre quejidos y mirándome. Mis padres se retiraron de la habitación y yo me senté a su lado. Con total debilidad logró incorporarse un poco en la cama y tomó mi mano nuevamente. -Maggie, necesito saber que vas a estar bien...

-Ya para- interrumpí.

-No hay nada que esperar, estoy listo.

-No puedo dejarte ir, no quiero-dije quebrada en llanto.

-No aceptaré que la última imagen de mi en tu cabeza sea convertido en uno de esos monstruos, no lo puedo permitir, entiéndeme. Solo necesito que me prometas que harás lo necesario para vivir.

-Jack...-pronuncié.

-Prométeme que harás lo imposible por vivir. Maggie, por favor, necesito irme sabiendo que lo harás.

-Está bien- le dije y lo besé - te amo.

Lloré todas las noches durante vaya a saber cuanto tiempo. Hasta que un día simplemente me quedé sin sentimientos. No sentía nada. La muerte ya era tan común que el dolor pareció volverse normal. Aquella noche mi padre clavó un cuchillo en su cabeza terminando con su vida, yo abrazada a mi madre en la cocina sentíamos como mi padre se lamentaba tras haberlo hecho. Todos sabíamos que era lo correcto, pero el echo de estar matando a una persona, a un ser humano, estar arrancándole la vida a alguien era agobiante. 

-

La noche que mi abuela sufrió el infarto mis padres se quedaron en su habitación durante un rato. Yo me encontraba en el jardín de la casa, junto a donde estaba enterrado Jack. Observaba las flores violetas que rodeaban la piedra donde precariamente habíamos escrito su nombre. Mi vista se desvió a la calle vacía, parecía no quedar nadie en el pueblo y me parecía irónico que nuestras vidas se hubieran convertido en una de las películas apocalípticas que parecían imposibles. La casa de los Parker se encontraba cruzando la calle, ellos habían sido los primeros en ser atacados por los caminantes. Primero mordieron a Luis y después él mordió a su esposa e hijos. Jack fue de prisa a tratar de ayudar y así fue como me lo arrebataron. La pequeña Lizz, de tan solo cuatro años mordió su muñeca transmitiéndole el virus mortal, ella, la pequeña Lizz.

Un grito desesperante me apartó de mi nube de pensamientos. Provenía del interior de la casa. Me levanté rápidamente y corrí hacia la misma. Al llegar a la habitación de mi abuela quedé paralizada. Un charco de sangre no dejaba de expandirse en el piso. No quería asomarme  demasiado a la puerta por miedo a lo que podría llegar a encontrar. Hasta que apareció mi madre, con ojos pálidos y con un andar pesado, quería que yo fuera su próximo bocado, estiraba sus manos y daba un paso en cada suspiro profundo. Su abdomen estaba totalmente desecho y podían observarse las costillas a simple vista. La sangre cubría todo su cuerpo. Mi alma destrozada quería entregarse, quería irme, sea como sea. Cerré los ojos y me quedé parada en el mismo lugar. Podía sentir su respiración cada vez más cerca, mi madre, la mujer más importante de mi vida, estaba allí o en realidad ya no. De repente abrí los ojos y vi como mi padre se ponía delante de ella. 

-Vete de aquí, Maggie- dijo empujándome hacía afuera de la habitación. Fui cayendo, pero el tiempo fue suficiente para ver como mi madre devoraba a mi padre delante de mis ojos y él en vez de gritar o huir simplemente cerró la puerta de la habitación como pudo. Mi cabeza finalmente se golpeó contra la pared y mi mundo se tornó oscuro. Por lo menos ya no sentía  dolor, ya no sentía nada ni podía recordar con exactitud que había sucedido. Pero la indiferencia duró poco, el desmayo duró apenas algunas horas y regresé a la realidad. Abrí los ojos, la puerta estaba cerrada, ahora separándome de lo que sería mi infierno. 


CUANDO LOS MUERTOS VIVEN -The walking dead (Maggie y Glenn)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora