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>Arly soy gilipollas.

>Profundo.

>Lo siento mucho

>Se me han cruzado los cables porque me he cabreado con Mónica esta mañana...

>Lo siento muchísimo.

Arlette leyó los mensajes de Blas por debajo de la mesa del Vips en el que estaban comiendo ambos equipos para planear la iniciación. La castaña miró de reojo a Carlos, que había entablado una temprana amistad con Álvaro. Pero todo el buen royo que habían mantenido durante la primera hora de la comida, se acababa de ir a la mierda por los mensajes.

Tecleó a toda prisa antes de volver a centrarse en la conversación:

<Eso no me lo tienes que decir a mí. Carlos también tiene móvil.

Bloqueó el teléfono y lo dejó entre sus piernas fingiendo una sonrisa cuando volvió su vista a la mesa.

–¿Una gymkana?– cuestionó con ironía Marcos– ¿Qué tenemos, ocho años?

–Por todo Madrid. Piénsalo: les tenemos toda la mañana y parte de la tarde corriendo de un lado para otro para que luego no sirva de nada.–dijo Cristina, apoyando su propia idea– Yo lo veo.

–Yo no.– dijo Marcos.

–Yo lo veo a medias.–dijo Álvaro.–Podríamos hacer algo así, pero enfocándolo en algún tema, o en algo más elaborado.

Todos los presentes intentaron pensar en cómo salir de aquel bache imposible replanteándose por qué se habían comprometido a semejante estupidez unos con otros.

Carlos pinchó con el tenedor en su ensalada con salsa de naranja y se lo llevó a la boca. Masticó pensativo mirando sin demasiado disimulo a los cinco miembros del equipo masculino que se habían presentado a la reunión. Le había dado el visto bueno a Álvaro nada más verle, y Arlette y él habían estado soltando baba al hablar sobre él. Porque el chaval se lo merecía. Y para mala suerte de Carlos, como siempre le pasaba con los chicos más guapos que conocía, Álvaro era hetero.

Era la maldición del gay.

Se estaba planteando muy seriamente instalarse un gayradar en el cerebro, porque su mala suerte era increíble.

Tragó y mientras iba a por su copa de CocaCola, una bombillita se le encendió en la mente.

–¿Y si hacéis una Survival Zombie?–preguntó el rubio, llevándose la copa a los labios.

Todos se giraron a mirarle con el ceño fruncido. Carlos se sintió observado y un tanto incómodo. Dejó de lado la idea de beber y miró de reojo a Arlette para pedir ayuda, pero esta tenía la misma cara que todos los demás.

–¿No sabéis lo que es una Survival Zombie?–preguntó de nuevo, con burla evidente. Al ver que sus caras no cambiaban, se preocupó.– ¿En serio no lo sabéis?

La mayoría de ellos negó con la cabeza. Los restantes, parecía que tenían ganas de reírse. Carlos volvió a mirar a Arlette a grito de socorro; esta le hizo una indicación con la cabeza para que lo explicara.

–Pues... Es como si hubiera un apocalípsis zombie; pero en plan sin morir. Podríais ir dejando pistas por lugares específicos para que se pongan a dar vueltas y se cansen sin motivo, todo ello mientras les persigue gente caracterizada de zombie intentando comérselos.– dijo Carlos, encogiéndose de hombros.– Les dais un tiempo límite, tres vidas como mucho, y que se busquen la vida para ir de un sitio a otro corriendo. Con algún tipo de amenaza si no llegan en el tiempo establecido o si gastan sus tres vidas.

Que Dios nos pille confesadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora