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Arlette miró la hora del reloj del móvil y acto seguido lo tiró con furia sobre los bancos del vestuario. Cristina y Celia la miraron con cierto miedo mientras la chica comenzaba a dar vueltas sin sentido agarrándose de la coleta y ajustándose las gafas. En un instante su teléfono vibró en la parte del suelo donde había caído, y la chica se arrodilló con prisa para leerlo.

-Por fin, joder. - murmuró a la vez que salía a toda prisa del vestuario. Atravesó todo el campo de baloncesto bajo la atenta mirada de parte de su equipo y el equipo rival al completo. Ella simplemente lo ignoró y aceleró el paso hacia la salida maldiciendo por lo bajo.

Tuvo que abrazarse a ella misma por salir a la calle solo con la equipación de baloncesto, que era demasiado fina para contrarrestar el frío del ya entrado diciembre. Dio un par de saltos en su sitio para entrar en calor y agudizó la vista para buscar a Carlos llegar al recinto.

Pero en su lugar vio a Blas con un gorro de lana intentando pulsar la pantalla táctil del móvil con los guantes. Alzó la mirada cuando se percató de que una Arlette furiosa se acercaba a él con paso decidido y esbozó una pequeña sonrisa.

-Vas a coger una pulmonía por salir así a la calle.- dijo el chico, negando con la cabeza.

-¿¡Dónde coño está Carlos!?- gritó ella, soltando un bufido y creando una pequeña niebla en su boca por el aliento cálido.- Se suponía que venías con él.

-¿Por qué iba a venir con él?- preguntó Blas, ladeando la cabeza.

-¡Porque siempre venís a mis partidos juntos!- protestó Arlette.- Y más ahora, que sois como dos lapas.

-No somos dos lapas.

-El domingo me obligasteis a irme del sofá viendo Netflix porque os estabais haciendo manitas.- dijo Arlette, encarando las cejas.

Blas abrió los ojos como platos un tanto indignado. Era curioso cómo había reaccionado la primera vez que se había enterado de lo de Blas y Carlos, y cómo se lo tomaba ahora. Como si hubiera sido así toda la vida.

-¡No nos...!

-Que vale, pero necesito a Carlos, que tiene él mis lentillas.

-¿En qué cabeza cabe venirte a tu primer partido como capitana solo con las gafas?- dijo Blas, para hacerla de rabiar.- ¿Te imaginas que vas corriendo, se te caen las gafas y las aplasta el balón? Me reiría un buen rato.

Arlette le pegó una patada en la espinilla y volvió a darse calor en los brazos. Blas se rió de ella y luego se acordó de que era su mejor amiga.

-Te estás poniendo morada.- dijo Blas, quitándose el abrigo.- Toma, anda.

La chica se lo quitó con cara de perro rabioso y lo echó por los hombros, en el fondo agradecida por entrar en calor.

-¿Entonces no sabes dónde está Carlos?- preguntó, esta vez un poco más preocupada.- El partido empieza en media hora y no puedo jugar con la miopía que tengo si no aparece.

-Claro que sé dónde está, he venido con él. -dijo Blas, sonriente.- Está dando una vuelta a Onza antes de dejarla en el coche.

Arlette, como venganza a su mentira, le dio otra patada en la espinilla.

-Te has vuelto un Carlos 2.0 desde que sales con él, joder. Tú nunca me has vacilado.- dijo Arlette enfurruñada.- Lo peor de todo es que él se ha vuelto un Blas 2.0, el otro día me dijo que controlara mi vocabulario.

-Por ahora no soy vegetariano.- dijo Blas, encogiéndose de hombros.

-Te odio.- dijo Arlette dando una patada al suelo.- Odio a todo el mundo: a ti por vacilarme, a Álvaro por no recordarme que cogiera las lentillas, y a tu maldito novio por no darse prisa y traerme mis ojos portátiles.

Que Dios nos pille confesadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora