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Blas agitó un poco la copa que tenía en la mano mientras la miraba con cierta repulsión. Miró su interior como si fuera una especie de líquido maligno enviado para fastidiarle la vida. Soltó un suspiro y vio cómo Pikachu a su lado bebía de su respectiva copa casi sin inmutarse. Encaró las cejas al ver el poco efecto que le hacía.

–No te puedes pasar toda la noche moviendo la copita. No es ninguna poción maligna, no van a salir burbujas como si fuera el brebaje de una bruja. – dijo Carlos, quitándose la capucha de Pikachu de la cabeza.

–¿Nos podemos ir? –preguntó Blas, dejando la bebida sobre la barra y rascándose el codo derecho.

–¿Por quéé? – se quejó Carlos, poniendo un puchero. – Te lo estabas pasando genial haciendo de Ash con tu Pikachu personal.

Se señaló a sí mismo y se dio un golpe en el pecho, como para demostrar a quién se refería. Blas torció una sonrisa y rodó los ojos recolocándose la gorra puesta hacia atrás sobre su cabeza.
Miró su reloj de muñeca y se encogió de hombros.

–Sabes que a mí esto no me gusta, Charlie. – dijo el castaño. – Un rato vale, pero ya. Además es – muy tarde y Onza estará ocupando mi cama y...

–¿Pensabas irte a tu casa esta noche? – preguntó Carlos, frunciendo el ceño. –¿En serio?

–Carlos, no vivo en tu piso, supéralo.– dijo Blas, meneando la cabeza. – Y vámonos, porfa.

Puso tal cara de cachorrito rogando irse que Carlos no pudo hacer más que ladear la cabeza al contemplarlo y notar que se le subían un poco las pulsaciones. Tuvo unas ganas muy fuertes de avanzar el paso que le quedaba y besar a Blas, cosa que se había convertido en su hobbie favorito, y lo habría hecho si no hubiera sido por Celia, que pasó por su lado aireándose con la mano.

Carlos dio un pasito para atrás y miró al techo, un tanto indignado.

–¿Ya os vais?– preguntó ella.– Vaya, sí que has aguantado esta noche, Blas.

El castaño sonrió orgulloso de sí mismo.

–Un compañero ha venido a cambiarme el turno, así que básicamente también me voy.– suspiró ella, como si realmente no tuviera ganas de irse.– ¿No vais a hacer nada interesante esta noche, chicos?

Ante aquel comentario, Blas se atragantó con su propia saliva y negó con la cabeza, un tanto asustado. Carlos solo pudo reírse de su reacción por malpensar el comentario de la chica.

–No me refería a eso, joder, que no piensas en otra cosa.– dijo Celia, dándole una pequeña patada en la espinilla.– Digo, es Halloween, ¿solo vais a volver a casa como si nada para dormir?

–Es el plan.–dijo Blas.

–Oh, por favor. Esta noche es única en el año.– dijo ella, esbozando una sonrisa perversa mientras miraba fijamente al chico.– La noche donde los muertos salen de sus tumbas a comerse el mundo entero. ¡Hay que aprovecharlo!

–¿Eres como tu hermana? ¿Te apetece hacer un exorcismo?– preguntó retóricamente Blas.

Celia amplió esa sonrisa suya que a veces asustaba demasiado a Blas. El chico tragó saliva y negó con la cabeza, como queriendo quitarle de la cabeza la estúpida idea que le había dado.

–N-no. Quita, quita.– comenzó Blas.– No vamos a hacer nada de eso. Además, no hay espíritus malignos a los que ahuyentar, por lo que no hace falta hacer nada de eso.

–Podríamos invocarlos.– sugirió Carlos, encogiéndose de hombros.– Tengo una ouija en casa.

Blas miró al chico sin comprender.

Que Dios nos pille confesadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora