036

837 76 78
                                    

[25/8 23:59] Carlos: Oye Blaso

[26/8 00:00] Carlos: Que i don't know bout u

[26/8 00:00] Carlos: But I'm feeling 22

[26/8 00:01] Arly: BLAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAS

[26/8 00:01] Arly: PEDAZO DE VIEJO

[26/8 00:01] Arly: ASJDAKJSDNSD🎉🎉

[26/8 00:01] Arly: FELICIDADES💞💗💕💓💘💖

[26/8 00:02] Carlos: EVERYTHING WILL BE ALRIGHT IF WE JUST KEEP DANCING LIKE WE'RE 22

[26/8 00:02] Álvaro G: Felicidades uke 😉

[26/8 00:03] Carlos: TENEMOS 22 LOS DOS YA. EL DESTINO NOS UNE😱😱

[26/8 00:05] Celia: Hostia me he pasado 5 minutos😅

[26/8 00:05] Celia: Meh el caso

[26/8 00:05] Celia: FELICIDADES MARICÓN

Blas no sabía si alegrarse porque sus amigos se hubieran acordado de felicitarle o si sentir un poco de miedo por no saber qué mierda significaba uke.

Prefirió dejar el móvil en la mesilla de noche y levantarse para ir a desayunar.

Se sacudió el pelo a medida que se acercaba a la cocina y un fuerte olor a chocolate le inundaba las fosas nasales. Cerró los ojos y se dejó llevar por el hambre persiguiendo el olor como si le fuera la vida en ello.

Su madre estaba en la cocina, meneando un cucharón de madera sobre una olla de metal. Blas sonrió inconscientemente ante aquel olor, que le traía el recuerdo de todos y cada uno de sus cumpleaños, en los que su madre se levantaba antes para hacerle chocolate caliente.

Aunque luego se arrepintió de entrar tan alegre, puesto que últimamente la relación madre-hijo que mantenían no era la mejor que se podía tener. La mujer miró a Blas con las cejas alzadas, observándolo mientras se restregaba los ojos para intentar despejarse. Ninguno de los dos dijo nada, por miedo a acabar discutiendo de nuevo, como pasaba cada vez que intentaban hablar.

–Felicidades.– se dignó a decir su madre, apagando el fuego.

Blas sonrió como un niño pequeño y se rascó la nuca. Se adentró en la cocina sin saber muy bien qué hacer.

–Gracias.– dijo.

Se sentía incómodo y quería salir de allí corriendo para no tener que pasar ese mal rato. Sabía que tenía que hacer algo para que su madre se diera cuenta de que de verdad agradecía que se hubiera acordado de la tradición que tenían todos los años, pero estaba estático como una piedra, mirando al suelo.

–De verdad.– continuó.

La mujer soltó un suspiro y se sacudió las manos. Dio varias zancadas con velocidad hacia la puerta, para irse y dejar desayunar a su hijo a gusto, pero Blas la cerró el paso antes de que pudiera llegar. El castaño tomó una gran bocanada de aire y decidió dar un abrazo a su madre. Esta le apretó con fuerza contra sí, como con miedo latente de ir a perderlo por alguna tontería.

Blas por su parte tuvo ganas de llorar, porque se sentía como una mierda por estar alejándose de su familia.

–Salimos a comer con el tío como siempre, ¿no?– preguntó el chico, intentando normalizar la situación, y que fuera como siempre había sido.

–Por supuesto.

···

Blas podía jurar que cada vez era más incómodo y desagradable pasar un rato con su tío.

Que Dios nos pille confesadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora