Las Marujas iban mirando de reojo a Blas como si les fuera la vida en ello. El chico simplemente iba con una mano en el bolsillo, la otra en su maleta, los auriculares puestos y mirando al suelo. Su madre y su tío iban detrás de él, charlando no muy animadamente, ya que esos dos seres oscuros no podían tener una pizca de ánimo ni felicidad en su cuerpo. Marta revisaba su móvil a la mínima de cambio por si recibía por fin noticias de su hermana y el squad sabotaje.
–¿A qué hora salían?– preguntó Marta en un susurro, acercándose a Paula para que ningún adulto las escuchase.
Paula miró su reloj de muñeca y empezó a hacer cálculos mentales. Giró la cabeza para ver cómo los adultos las seguían sin prestarles demasiada atención.
–Salieron antes que nosotros, así que como ellos van en coche, ponle que son cinco horas de viaje: les quedarán dos, puede que menos. Quedamos en que nos llamaban cuando estuvieran ya aquí.
Marta pareció satisfecha con la respuesta, así que siguió su camino sin decir una sola palabra más tirando de su maleta que pesaba tanto que parecía que había un par de cadáveres dentro.
Quedaba un día para el Festival Coral del Domingo de Resurrección. Los nueve niños del coro, Blas y su familia satánica acababan de llegar a Sevilla vía AVE, porque eran demasiado pijos como para coger un bus o ir en coche, tal y como estaban haciendo Carlos, Arlette, Celia y Álvaro.
Las Marujas estaban que no podían de los nervios; Angy llegó a hacerse sangre de tanto morderse las uñas y Lucía iba aplastando sin parar una pelotita antiestrés con su mano izquierda. Los demás parecían ir repasando mentalmente la letra de la canción, los momentos de entrada y la puesta en escena. Y todo ello mientras se repetían el plan una y otra vez.
Carlos y compañía llegarían en dos horas, entonces todas las Marujas deberán escaparse del hotel de alguna forma para encontrarse con el squad sabotaje y de ahí ir a ver a Mónica, que les explicaría el procedimiento a seguir al día siguiente ya en el Festival. Si todo salía según lo planeado, cantarían la canción de Blas, le devolverían la alegría de vivir y todos acabarían comiendo perdices. Pero si por el contrario salía mal, posiblemente Eloy les castigaría por el resto de sus días, les diría a sus padres que tramaron una venganza de una forma sucia y rastrera y también se ganarían un castigo por su parte y posiblemente morirían. Marta tuvo ganas de quitarle la pelota antiestrés a Lucía.
–Por el amor de Dios, ¡te estoy hablando!– gritó Eloy, pegando un empujón a Blas. El chico se desestabilizó y se giró para mirar a su tío como si fuera una mierda seca en el prado que había pisado sin querer y ahora le asqueaba. Se quitó un auricular de la oreja al ver que hacía gestos raros con la boca, como si quisiera hablarle.– ¿Te parece normal esta actitud?
–¿Te parece normal joderme una canción de Taylor Swift?– respondió Blas, con el mismo tono amargado que empleaba Satanás.
Era agradable ver cómo Blas por fin tenía los cojones de responder a su tío. Las Marujas se callaron los gritos de orgullo y admiración porque seguramente ellas saldrían corriendo si Satanás les hablase así.
–¡Deja ya esa música del demonio y céntrate! ¡Da gracias que hemos tenido la amabilidad de cederte la oportunidad de venir, no deberías comportarte así!– Satanás siguió gritando como si todo lo que dijese fuera la verdad absoluta.
–No pedí venir en ningún momento.– replicó Blas.– Preferiría haberme quedado en casa.
–Ya, pero yo he decidido que venías, así que lo que yo diga va a misa, y no hay más que hablar. Harás lo que yo diga sí o sí, sin rechistar.
–Vaya, pareces un gran admirador de la democracia.– Blas alzó las cejas respondiendo a ese hombre al que se negaba a llamar familiar.
Paula tuvo que taparse la boca para evitar soltar una carcajada. Alex le dio un par de palmaditas en la espalda.
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Que Dios nos pille confesados
Fiksi PenggemarEstá bien entrar en el coro de la iglesia cuando tienes doce años. Y vale, incluso está bien continuar en él con dieciséis. Con veinte, que te pongan de maestro de canto religioso es hasta aceptable. A no ser que tengas vigilándote a un cura h...