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–¿Te importaría quitar esa cara tan larga? –preguntó Eloy con recelo, mirando fijamente a Blas.

El chico simplemente se puso a juguetear con el mando de la televisión entre sus manos, con la mirada fija en la televisión procurando ignorar las palabras de su tío. Su madre, sentada a su lado, intentó quitarle el mando a distancia para que entablara conversación.

–Blas, necesitamos hablar contigo. Estamos preocupados. –dijo la mujer, consiguiendo arrebatarle el objeto a su hijo.

Blas negó con la cabeza y se llevó ambas manos a la nuca, para alzar la cabeza hacia el techo.

–No entiendo por qué.– dijo Blas, alzando las cejas.– Y si tengo esta cara tan larga es por vuestra culpa, más que nada.

–Somos tu familia, Blas. Y si estás mal, tienes que hablar con nosotros. Debes hablar con nosotros.– dijo Eloy, acercándose al sofá donde estaba sentado Blas.

El chico rodó los ojos y soltó un suspiro de frustración.

–¡Es que no estoy mal!

–Sí que estás mal.– afirmó su tío.– Se te nota.

–¿En qué se me va a notar, si últimamente estoy mejor que nunca?– cuestionó retóricamente Blas.– He cambiado todo lo que querías que cambiase, ¿qué más tengo que hacer?

–Eso es mentira. Sigues igual que antes.– dijo Eloy.– No has cambiado nada.

–Ahora soy un buen profesor, o al menos lo estoy intentando.– dijo Blas, encogiéndose de hombros.

–Mira, Blas, no quería sacar ese tema, pero lo de buen profesor te lo estás inventando.– dijo su tío, apretando los dientes.

Blas ladeó su mirada hacia él con el ceño fruncido sin entender sus palabras. ¿En serio, todo lo que estaba haciendo por no decapitar a nadie en el coro, llevando canciones nuevas todas las semanas y con una sonrisa puesta siempre, no le hacía ser mejor profesor? Bueno, solo llevaba tres clases con esa técnica pero, ¿qué le faltaba?

–Pero si hasta ellos parecen medianamente a gusto en las clases.– dijo Blas, incorporándose en el sofá.– Les encanta trabajar con canciones actuales, y yo les doy el lujo.

–Me llamó la madre de uno de los niños– dijo Eloy, intentando parecer intimidante.–: me dijo que el niño en cuestión le había cantado la canción que trabajasteis ese día. Y no podría estar más escandalizado con ella en cuanto su madre me narró qué decía la letra.

Blas pensó en qué canción había llevado el último domingo. Le dieron ganas de reírse al pensar qué podría escandalizar a la madre de algún alumno por esa letra.

–¿Qué cosa tan mala decía?– preguntó Blas, curioso por saber hasta donde estaba llegando el límite de lo absurdo en la conversación.

–Era una frase que incitaba al sexo y al machismo de una forma soberbia.– bufó Eloy, comenzando a subir el tono.

Blas ladeó la cabeza y arrugó la nariz.

–¿Qué parte de la letra era?

Eloy suspiró como odiándose a sí mismo por estar a punto de pronunciar aquellas palabras, al final negó con la cabeza y chistó con los dientes.

–No me acuerdo exactamente. Decía algo de tocar zonas indebidas y de dedos.

Blas apretó los labios para no reírse.

–¿"Dime que aún no te ha tocado como lo hicieron mis dedos"?–preguntó Blas.

Su tío se escandalizó y se puso a santiguarse rezando algunas frases cortas al escuchar las palabras del castaño.

Que Dios nos pille confesadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora