–Siento llegar tarde, chicos.– se disculpó Blas al entrar en la zona de la iglesia restringida para el coro. Se colocó las mangas de la camisa mientras estiraba el cuello.
–Yo siento que hayas llegado.– le saludó Paula.
Blas rodó los ojos e ignoró el comentario. Se llevó una mano a la cabeza y cerró los ojos para no volver a marearse.
–Id a por los atriles, que voy preparando las partituras.– dijo el chico, chasqueando los dedos y señalando a donde tenían que ir.– Y no hagáis mucho ruido, por favor.
–¿Por qué no vamos a hacer ruido?– preguntó Javi.
–Me duele la cabeza.– respondió Blas, cortante.
–Tienes cara de resaca.– dijo Marta, meneando la cabeza. Blas se giró a mirarla frunciendo el ceño.
–Pero si tu ni siquiera sabrás lo que es la resaca, niña.– dijo él, mirándola con superioridad.
–Sí que lo sé. Mi hermana llegó con resaca ayer y me lo explicó.– dijo la niña, esbozando una sonrisa.
A Blas le dieron ganas de rociarla con agua bendita, para que se evaporase por la sangre de demonio que tenía en su interior.
¡Hey! Blas no había muerto, solo se había aislado del mundo todo el sábado y planeaba hacer lo mismo el domingo. Se había perdido la mitad de la misa por quedarse dormido y había acabado llegando al coro por suerte (o por desgracia, según como se vea). No sabía si era resaca o no, pero tenía un malestar general en todo el cuerpo desde el sábado a primera hora, cuando Arlette le había despertado con mil llamadas. Apagó el móvil durante todo el día, y aún no lo había encendido.
–Sí, tienes cara de resaca.– apoyó Angy a su amiga. Blas rodó los ojos viendo que todavía no habían traído ningún atril.
–¿Qué os importa si tengo o no resaca?– cuestionó Blas retóricamente.
–Que eres un inadaptado social, y nos sorprende que tengas una vida.– dijo Alex, asintiendo con la cabeza.
–Pues sí. Tengo vida, tengo amigas, voy a fiestas y bebo. ¿Contentos?– dijo exagerando la realidad. Porque era la primera vez que bebía de verdad, y que tenía una resaca de verdad. Y lo odiaba. Y se había jurado varias veces que no volvería a beber en su vida.
–Que tiene amigos, dice. Qué gracioso.– ironizó Lucía.
–Sí, y seguramente bastante mejores que los vuestros.– dijo Blas, sonriendo con falsedad.– ¿Queréis traer los atriles de una vez?
–Queremos que nos cuentes tu primera experiencia en una fiesta de mayores.– rió David, chocando el puño con Dani a su lado.
Blas se preguntó si asesinar a siervos del mal sería pecado.
–No era mi primera fiesta de mayores, niñato.– dijo Blas, frunciendo una mueca de asco.– Y no os incumbe, además.
–¿Te liaste con alguien?– preguntó Paula.
Blas cerró los ojos y sintió un nudo en el pecho, y quiso creer que eran ganas de vomitar, pero no era exactamente eso. Era una impotencia enorme por el hecho de que le estaban recordando lo que había hecho. Simplemente se dio la vuelta para ir a por las partituras que les correspondían ese día.
A su espalda, las Marujas comenzaron a marujear.
–No responde. Eso es que no se ha liado con nadie.– comentó Marta.
–Normal, ¿quién iba a querer liarse con él?– se rió Lucía, en un susurro demasiado alto.
–Aparte de feo es un amargado.– dijo Angy, cruzándose de brazos.

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Que Dios nos pille confesados
FanficEstá bien entrar en el coro de la iglesia cuando tienes doce años. Y vale, incluso está bien continuar en él con dieciséis. Con veinte, que te pongan de maestro de canto religioso es hasta aceptable. A no ser que tengas vigilándote a un cura h...