–No tengo seis años, Ar, puedo cuidarme solito.– dijo Álvaro, sorbiendo por la nariz dándose por vencido de tanto usar clínex.
Arlette torció una mueca entre asco por todos los virus que tendrían que estar saliendo en ese momento de su novio, mezclado con ternura por la carita que le estaba poniendo. La chica se anudó con una goma elástica el final de la trenza de raíz que le tiraba demasiado de la cabeza y soltó un suspiro.
–Ya sé que puedes cuidarte solo, pero si puedo ponerte niñeros, mejor.– dijo ella, apretando los labios.– Me da cosa dejarte así.
Álvaro alzó una mano al aire y se llevó la otra para taparse la boca y la nariz mientras estornudaba. Arlette dio un paso hacia atrás del estruendo. El chico sacudió la cabeza y comenzó a caminar sin preguntarle a Ar si estaba de acuerdo. Ella le siguió rodando los ojos por la cabezonería de Álvaro; había insistido en que se quedase en casa tumbado en la cama recuperándose de la gripe más fuerte que había experimentado en muchos años, pero nooo, tenía que ir al partido.
Ay, el partido.
El partido de revancha chicos contra chicas en el que Álvaro no iba a poder jugar, porque a lo mejor tosía en medio del campo y se le salía un pulmón. Pero claro, el chico no iba a perdérselo por nada del mundo, puesto que confiaba en que sus compañeros dieran una paliza a las chicas sin su ayuda en el campo.
Así que se iba a quedar en la grada, observando, mientras Carlos y Blas le vigilaban por ordenes de Arlette. De ahí lo de niñeros.
–Voy a estar bien.– dijo él, entrando en el gimnasio del campus. Casi todo el mundo estaba ya dentro, tanto los dos equipos como los familiares y amigos que habían ido a verles.
Álvaro echó un vistazo en derredor, mientras que Arlette salía corriendo hacia Blas y Carlos, para avisarles de que habían llegado. Los dos estaban sentados en la fila intermedia de las gradas, con el móvil de Carlos en alto mientras miraban fijamente a la pantalla y de vez en cuando sacaban la lengua. Supuso que sería el filtro de perrito del Snapchat.
Se rascó la nariz mientras se acercaba a ellos, sin tener muy claro si iba a interrumpir un momento íntimo o no.
Los dos desviaron su atención del teléfono en cuanto Arlette se acercó corriendo a ellos. Álvaro se sintió un anciano por no poder caminar tan deprisa ante la falta de aire. Solo podía respirar por la boca por el trancazo y los ibuprofenos no estaban ayudando en nada. Se arrastró hasta la grada ignorando a todos sus compañeros, que estaban más interesados en entrenar para ganar el partido que en su pobre amigo enfermo.
Se dejó caer unos escalones más abajo de donde estaban Carlos y Blas y apoyó los codos sobre las rodillas para cogerse la cabeza con las manos.
Arlette le miró desde esos escalones más arriba, preocupada.
–Si veis que tose demasiado, llevároslo al médico.– dijo ella, frunciendo el ceño.
–Arlette, está malo, no se va a morir.– dijo Carlos, guardándose el teléfono en el bolsillo del vaquero.
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Que Dios nos pille confesados
FanfictionEstá bien entrar en el coro de la iglesia cuando tienes doce años. Y vale, incluso está bien continuar en él con dieciséis. Con veinte, que te pongan de maestro de canto religioso es hasta aceptable. A no ser que tengas vigilándote a un cura h...