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–¡Lo estáis haciendo todo mal!– gritó Paula, dando una patada al suelo.– Vosotras tenéis que meter el "someday" mientras ellos cantan el "one day" y cuando ellos terminen el "I'm gonna be free" todos juntos hacemos el "Lord".

–¿Y tú por qué te crees con el derecho de decirnos lo que hacer?– cuestionó Dani, encarando las cejas.

–Porque soy la única que se sabe la letra, los ritmos y las entradas del todo. Y hasta que no llegue Blas, no tenéis una mejor guía.

Ninguna de las Marujas pudo refutar esas palabras.

Los nueve niños estaban tan entusiasmados con la canción seleccionada para el festival que incluso ensayaban sin su profe Blas delante. Siempre conseguían diez minutos antes de las clases para prepararse ellos un poco, calentar la voz y repasar lo que ensayaron la semana anterior. Ya casi lo tenían. Les faltaban apenas unos pocos ensayos para perfeccionarla y darle en toda la boca al cura.

–Vale, vamos a ir haciendo la escala del "find me somebody to love". Recordad, son cuatro repeticiones los chicos, luego en la quinta nos incorporamos las chicas y en la octava se repite "love" tres veces. A la décima no se repite, se meten cuatro "somebody" y luego es la guerrilla esta entre voces de chicas y chicos, ¿si?– Paula carraspeó admirando como todos asentían.

Le gustaba mucho estar al mando.

El día en que comenzaron a cantar casi sin leer la partitura de la letra, a todos se les encogió el corazón de orgullo y se sintieron capaces de todo en la vida. En las estrofas a veces tenían que mirar, pero era cuestión de tiempo poder quemar las partituras porque la letra se había grabado en su cabeza a fuego.

Estaban a punto de terminar el puente cuando escucharon la puerta abrirse. Rápidamente giraron la cabeza para ver cómo Blas se acercaba hacia ellos como cada domingo durante las últimas seis semanas, con una sonrisa en la cara y con ganas de sacar lo mejor de sus alumnos mientras se divertían en clase.

Imaginad cuál fue su decepción al no ver a Blas, sino a su tío Eloy caminar hacia ellos con un aura demoníaca rodeando su figura.

Los chavales se quedaron estáticos en su sitio, mirándose entre ellos sin entender del todo por qué Blas aún no aparecía si ya habían pasado cinco minutos desde que se suponía que era el inicio de clase. Intentaron mirar por encima del hombro del cura, a ver si el chico aparecía por detrás. Pero nada.

Eloy se situó delante de ellos con el labio ligeramente levantado, enseñando los dientes con enfado y les tendió una carpeta a cada uno. Los nueve se quedaron mirando la carpeta con el ceño fruncido, sin entender nada. El señor delante de ellos les daba demasiado miedo como para pronunciar palabra.

Pero entonces intercambiaron una mirada que decía "oye, si trucamos una ouija para joder a Blas, podemos enfrentarnos a lo que sea".

–¿Dónde está Blas?– fue Marta la primera en romper el silencio, mirando al señor con su mejor cara de niña buena.

Eloy musitó algo entre dientes y la ignoró.

–¿Qué es esto?– preguntó Lucía, elevando la carpeta.

–En serio, ¿dónde está Blas?– siguió preguntando Javi.

–¿Se encuentra bien?– cuestionó Angy.

–¿Está afónico y por eso no se siente preparado para dar clase?– prosiguió Alex.

–No me ha parecido verle antes en...

–¡Ya basta!– gritó Eloy, fulminando con la mirada a los jóvenes pupilos.– No os atreváis a mencionar el nombre de ese bastardo nunca más. No va a volver, así que no le esperéis.

Que Dios nos pille confesadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora