Álvaro le dio una patada en la espinilla a Marcos mientras atravesaba el salón para abrir la puerta, porque sus queridos compañeros de piso decían que era mucho más importante el capítulo repetido de Los Simpson que estaban echando en la televisión. Vio a otro par corretear por la cocina mientras se peleaban por robarse entre ellos algunas piezas del disfraz de Halloween que iba a llevar Álvaro esa noche, a juego con Arlette.
Aunque también iba a ir a juego con Carlos y con Blas.
¡Hasta Celia iba a conjuntarse!
Iban a ser la cosa más friki de la fiesta aquella noche.
Así que el castaño estaba de buen humor, sonrió con arrogancia a lo que hacía llamar sus amigos mientras se ponían su peluca simplemente para fastidiar, ignoró los comentarios obscenos que le lanzaban desde el sofá y en un par de zancadas se encontró en la puerta.
Todo el buen humor que había conseguido reunir a lo largo de la mañana se le pasó de golpe cuando vio a Arlette con cara de muerto mirarle como si acabase de arrancarle el corazón de cuajo. La chica intentó torcer una sonrisa autosuficiente, como siempre hacía ella, queriendo crecerse y ser superior al resto cuando en el fondo se veía que tenía ganas de llorar.
Álvaro dio un paso en falso cuando intentó acercarse a ella, al comprobar que no era una opción, porque seguramente saldría malherido por gritos, insultos, o incluso algún que otro rodillazo en zonas indebidas. Se quedó parado bajo el marco de la puerta, y por primera vez reparó en que Arlette iba cargada con una bolsa con una caja dentro, aplanada, no demasiado grande. Pero lo que le sorprendió de verdad fue ver que apoyado entre la cadera y su antebrazo, reposaba un balón de baloncesto. El chico notó que se le iba a salir el corazón por la garganta, sobre todo cuando escuchó la voz rota de Arlette al hablar.
-Tú lo sabías.
No fue una pregunta, no había ni rastro de duda en su voz. Álvaro se quedó estático en su sitio mientras recibía el pase de pecho que le daba Ar para pasarle el balón. Lo miró unos segundos dándole vueltas con ambas manos, sin llegar a comprender del todo la situación.
-¿Qué...
-No me toques la moral, Álvaro. Lo sabías perfectamente desde el primer momento y no tuviste los pocos cojones de decírmelo.
-¿De qué me estás hablando?
-¡Sabes perfectamente de lo que estoy hablando!- gritó ella, dando una patada al suelo. Seguramente varios curiosos del interior de la hermandad se estarían asomando para mirar, pero Álvaro no tenía demasiadas ganas de apartarlos.
-Arlette, respira. No tengo ni idea de lo que estás hablando, pero sea lo que sea, lo vamos a solucionar, ¿vale?
-Te lo contaron a ti.- dijo ella, con la voz dolida.- A ti antes que a mí. A ti que te conocen desde hace un mes. Confiaron más en ti que en mí. Y ahora he quedado yo de estúpida por ser la última en enterarme de todo.
Apretó los labios con fuerza y ahogó un sollozo mientras pestañeaba con fuerza intentando no llorar.
-Y no me importa el que te lo contaran antes pero... ¿Por qué a mí no?
-Estás hablando de Blas y...
-Cállate.- dijo ella, negando con la cabeza.- Me alegro de que ahora seáis íntimos amigos, pero por favor, procurad disimular un poco el que estáis pasando de mí completamente.
-Arlette, estás confundiendo las cosas. A mí ellos en ningún momento me han dicho nada.- mintió.- Lo sabía. Pero no me lo dijeron.
-¡Cómo lo ibas a saber!

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Que Dios nos pille confesados
FanfictionEstá bien entrar en el coro de la iglesia cuando tienes doce años. Y vale, incluso está bien continuar en él con dieciséis. Con veinte, que te pongan de maestro de canto religioso es hasta aceptable. A no ser que tengas vigilándote a un cura h...