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Blas se tiró al sofá, el cual habían abierto para cenar, sin ningún tipo de cuidado y enrollándose entre las mantas de cualquier forma. Carlos reptó por el sofá hasta pegarse a Blas y apoyar la barbilla sobre su hombro. El castaño cogió el mando de la televisión para darle al play a la película que estaban viendo en Netflix, ignorando a Carlos. El rubio miró de reojo a la pantalla y escuchó a Blas masticar el cacho de chocolate que había cogido de la cocina. Frunció el ceño y soltó un suspiro.

Estaban los dos solos, en un sofá-cama, viendo Netflix, y Blas solo quería comer chocolate y ver la película.

¡Ver la película!

¿A quién se le ocurre?

¿Qué fue del Netflix and chill?

Carlos no estaba por la labor de esperar a la mañana siguiente y que le montasen otra escenita de domingo, de "uy, que tengo misa, te dejo con el calentón."

Así que intentó acurrucarse lo máximo posible a Blas, sin apartar su mirada de cómo la mandíbula del castaño se movía con lentitud mientras masticaba. Apoyó la mejilla sobre el hombro de Blas y dejó caer una de sus manos sobre su pierna, donde comenzó a trazar pequeños círculos con los dedos.

Blas se recolocó en su sitio, tragando saliva y manteniendo la mirada fija en la pantalla. Pero notaba el corazón comenzar a latirle con fuerza a medida que la mano de Carlos iba subiendo lentamente por su muslo, con movimientos tan efímeros que a penas se notaba el avance. Intentó pensar que solo era un malentendido. Se llevó una mano al cuello de la camiseta del pijama para estirarlo con fuerza, tratando de normalizar su respiración.

Entonces tuvo por seguro que no era ningún malentendido.

Notó cómo Carlos torcía una sonrisa apoyado en su hombro cuando sus dedos comenzaron a rozar su ingle ejerciendo cada vez más presión. Blas notó que de pronto la tela del pijama era demasiado fina, porque sentía el roce de Carlos como si fuera un contacto piel con piel.

Pensó de pasada en cómo sería un contacto piel con piel de verdad en ese instante, los dos únicamente con una manta por encima, con exactamente los mismos movimientos que en ese momento, y quizá Carlos besándole el cuello bajo la amenaza de tener que esconder un nuevo chupetón.

Blas volvió al mundo real cuando notó que Carlos ya había tenido el primer roce con Adán. Blas encogió una pierna para intentar apartarlo y se echó a un lado con la intención de alejarse lo máximo posible de él. Giró la cabeza para mirarlo.

–¿Pero qué estás ha...

Carlos simplemente aprovechó que le miraba para lanzarse sobre él y besarle con pasión. Blas echó hacia atrás la cabeza por el susto, pero el rubio se incorporó en el sofá para que no pudiera escapársele. Consiguió abrir su mano para rodear por completo el pene de Blas mientras él intentaba apartarlo empujándole por el pecho.

–¿No te acuerdas del you know what I mean?– preguntó Blas con la respiración agitada, notando cómo su miembro comenzaba a endurecerse por culpa de Carlos.– Se suponía que debía empezarlo yo todo.

Carlos se rió y pellizcó el labio inferior de Blas con los dientes.

–Pero es que si tengo que esperar a que la virgencita se decida me dan las uvas del 2020.– dijo el rubio, sin dejar de juguetear con sus labios.

Blas jadeó y cerró los ojos cuando la mano de Carlos abandonó su misión para subir a la cintura elástica de su pantalón, para repetir el procedimiento con una capa menos.

–Llámame lo que quieras, pero no quiero hacer esto.– murmuró Blas, mentalizándose por no gemir.– Y no puedes obligarme a nada.

–Oh, Blaso, tienes una idea muy confusa de lo que yo quiero.– dijo Carlos sonriendo sobre su boca.– Se pueden hacer muchas cosas interesantes antes de llegar a la última base.

Que Dios nos pille confesadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora