-¿Entonces vienes a cenar esta noche?- preguntó Arlette, colocando una caja de pelotas de ping-pong en su estante correspondiente.- Que hoy es martes de pizza, es una oferta que no puedes dejar escapar.
Blas arrugó la nariz y gruñó.
-No creo.
-¿Por qué? ¡Cómo osas decir que no a la pizza!- dijo, alzando los brazos en el aire al terminar de ordenar el estante.
Se dio la vuelta para encaminarse a su siguiente tarea y Blas la siguió arrastrando los pies. La chica se sacudió el uniforme y lo miró con asco.
-Sea cual sea tu problema, Blas, no creo que sea peor que tener que vestir esta cosa.- bufó.- Es lo más antiestético que he visto en mi vida.
-Yo no lo veo tan mal.- dijo Blas, encogiéndose de hombros.- Te queda bien.
-Eso lo dices porque eres tú, no me puedo fiar de ti.- dijo ella, dando una pequeña patada al suelo.- Es como si me lo dijera mi abuela.
Blas frunció el ceño al verla intentar tirar hacia abajo del chaleco del uniforme.
-¿Me estás comparando con tu abuela?- preguntó él, sintiéndose un tanto ofendido.
Ella se calló un momento, pensando en qué decir para decirle que sí, pero sin herir sus sentimientos.
-Tú tienes mejor gusto para la ropa.- dijo ella, meneando la cabeza.- Creo.
-Pues confía en mí si te digo que te queda divino el uniforme.- dijo él, soltando una pequeña risa.
¿Veis? Ya me toca volver a dar explicaciones de todo, joder. Odio mi trabajo. LittleTeenageDirbag, exijo un aumento de sueldo, joder. ¡O que me empieces a pagar, directamente!
Vale, vamos a ver. Básicamente Arlette estaba trabajando en su turno de día, aunque pronto lo iba a tener que cambiar al de tarde porque empezaba la universidad la semana siguiente. E iba a tener que compaginar el trabajo, los estudios y los entrenamientos. Toda una wonderwoman. Lo gracioso es que al empezar hace año y medio en ese trabajo la gustaba, era feliz, todo estaba relacionado con el deporte y ella iba de aquí para allá jugueteando con las pelotas de baloncesto nuevas que recibían.
¿Que dónde trabajaba? En Decathlon, obvio.
Ahora huía de los clientes cada vez que se acercaban a ella a consultarla o pedirle ayuda.
Por eso le encantaba que Blas fuera a hacerla compañía mientras trabajaba, porque así otros clientes no se acercaban a ella.
-A mí me queda tan divino esto como a ti el mentir.- dijo Arlette, cruzándose de brazos.- Dime qué te pasa.
-¿Qué me iba a pasar?- preguntó Blas, haciéndose el inocente.
-¿Tú te crees que soy tonta?- dijo Arlette, rodando los ojos.- Has vuelto a discutir con Carlos. ¿Por qué esta vez?
Blas suspiró y bajó la cabeza, incapaz de poderla mirar a los ojos. Se mordió el labio inferior y se encogió de hombros.
-Lo de siempre.
-¿Sigues igual?
-¿Por qué tengo que ser yo el culpable? Él también sigue igual.- se intentó defender el castaño, alzando la voz más de lo que le hubiera gustado.
-Porque, según de lo que estoy enterada, desde que ha vuelto ha recibido un rechazo masivo por tu parte por sus gustos.- dijo ella, apretándose la coleta de la cabeza.- Y no entiendo por qué, nunca habías estado en este plan. Que vale que te choque, pero Blas, cariño, lo sabes desde hace dos años. ¿Por qué sacas la artillería ahora?
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Que Dios nos pille confesados
FanfictionEstá bien entrar en el coro de la iglesia cuando tienes doce años. Y vale, incluso está bien continuar en él con dieciséis. Con veinte, que te pongan de maestro de canto religioso es hasta aceptable. A no ser que tengas vigilándote a un cura h...