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Arlette pinchó la asquerosa hamburguesa de tofu que había preparado Carlos con demasiada fuerza, haciendo que el tenedor chirriase sobre el plato. La chica apretó los labios en una fina línea analizando la lista de países donde el asesinato no fuera ilegal.

–Entonces, ¿vives con tus padres?– preguntó Carlos llevándose un trozo de hamburguesa a la boca, con las cejas encaradas.

Álvaro tragó saliva un tanto incómodo ante el interrogatorio al que le estaban sometiendo Carlos y Blas. Parpadeó varias veces muy deprisa mirando el plato de comida con un tanto de miedo por responder y que le saltaran con otra pregunta todavía peor.

–Vivo en la hermandad con el equipo, pero visito mucho a mis padres.– respondió el chico, mirando de reojo a los otros.

Blas y Carlos intercambiaron una mirada que solo ellos mismos pudieron descifrar analizando las palabras de Álvaro, que a pesar de que casi les sacaba una cabeza, estaba agazapado en la silla evitando levantar la mirada hacia los mejores amigos de Arlette. Esta, por su parte, había sacado el móvil por debajo de la mesa buscando, en serio, dónde era legal asesinar a alguien.

Por desgracia, no encontró nada que le sirviera.

Y cambió la búsqueda a cómo organizar un crimen perfecto sin dejar huellas de lo ocurrido.

–¿Tienes hermanos?– preguntó Blas.

–No. Soy hijo único.– respondió el castaño.

–¿Por qué eres hijo único?– preguntó Carlos.

Álvaro se lo pensó un momento.

–Porque no tengo hermanos.

–¿Y por qué no tienes hermanos?– volvió a preguntar Carlos.

–Yo que sé, mis padres usarían condón después de mí.–saltó Álvaro a la defensiva, comenzando a ponerse un tanto nervioso.

–Nos han dicho que tienes un perro.– dijo Carlos, intentando intimidarle con la mirada.

–Sí... Un perro.– le apoyó Blas, dejando caer sin cuidado el tenedor sobre el plato de cerámica.

Parecían una mala parodia de El Padrino.

–¿Por qué un perro? ¿Por qué no un gato, o un pájaro, o un hurón, o una ardilla?– cuestionó Carlos

–Porque... Porque me gustan los perros.– dijo Álvaro frunciendo el ceño, empezando a tener miedo de que le hubieran metido en un loquero en vez de en una casa normal y corriente.

–Ergo te gustan las perrerías.– dijo Carlos alzando las cejas.– A Arlette no le gusta que sean perro con ella.

–Exacto.– le defendió Blas.

–Pero si le gusta que la perrén.–dijo Carlos ladeando una sonrisa en dirección a Álvaro.

Arlette leyó con prisa un resumen de un capítulo de Castle en el que casi consiguen cometer un crimen perfecto, y comenzó a hacer planes en su mente para llevarlo a cabo.

–Y he oído que juegas al baloncesto, ¿verdad?– preguntó Blas, apoyando los codos en la mesa.– A Arlette le gusta el baloncesto, ¿sabes?

–Jamás me habría dado cuenta.– dijo Álvaro forzando una sonrisa de sorpresa.– Ahora tiene sentido el que esté en un equipo y vayamos a hacer la iniciación de los novatos juntos, vaya. He descubierto América, gracias chicos.

Carlos y Blas entraron en una especie de estado de pánico al escuchar eso. Carlos le dio un puñetazo a la mesa y todos los utensilios que estaban encima dieron un pequeño saltito. Blas corrió la silla hacia atrás provocando un chirrido molesto.

Que Dios nos pille confesadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora