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–Pero a ver, ponte en la banda de verdad, no en el centro del campo.– gruñó Arlette, girando por los hombros a Tania. Le dio un empujón en la espalda para que se pusiera a caminar.– ¡Que eres alero, no base!

–Y tú no eres la entrenadora como para llevar gritándome media hora.– protestó la chica, rodando los ojos y encaminándose a su posición.

–¿Quieres perder en tu primer partido?– preguntó Ar, frunciendo el ceño, y comenzando a enervarse.

–Es un puñetero partido amistoso, no nos jugamos nada.– bufó Tania, mirando mal a la castaña.

–¡Nos jugamos nuestro orgullo contra los chicos!– gritó Arlette, llamando la atención de todo el equipo femenino entrenando.– ¡Nos jugamos mucho en esto, Tania, no te lo tomes a la ligera! Nadie se acuerda de los segundos, joder. Hay que machacarlos.

La chica hizo botar el balón que tenía en la mano demasiado fuerte, de forma que casi llegó a rebotar en el techo. Lo cogió al aire en cuanto cayó y miró la cara de susto que se le había quedado a Tania.

A parte de que Arlette odiaba los martes (no sabemos por qué, simplemente era el día de la semana que más odiaba desde hacía mucho), odiaba todavía más que el equipo no se tomara en serio los partidos porque "eran amistosos". Y menos el de inicio de temporada contra el equipo masculino, sus mayores rivales. Que sí, que en la calle todos muy amigos, muy de colegueo, pero en el campo la chica se convertía en una apisonadora con ruedas de fuego.

–Ar, tranquilízate.– dijo Cristina acercándose a ella, le puso una mano en el hombro y le quitó el balón de las manos.– Ponte bozal y guarda los dientes, anda.

–No puedo perder contra Álvaro. ¿Lo entiendes? Mi dignidad me lo impide.

–Me parece perfecto, pero no lo pagues con las novatas, que Ainhoa ya las está metiendo demasiada caña.– dijo Cristina, esbozando una sonrisa tranquilizadora hacia su amiga.– Además, piensa el lado positivo de si perdemos: podrías ir toda triste hacia Álvaro, y él te consolaría entre sus fuertes brazos mientras tú te dejas llevar.

–Necesitas un polvo con urgencia.– dijo Arlette, mirando mal a la pelirroja.

–Y tú necesitas usar condón.– se burló Cristina.

Arlette cogió aire por la nariz y lo aguantó un buen rato en los pulmones. Lo soltó muy lentamente intentando relajarse.

Cristina 1, Arlette 0.

–Hostia– dijo Cris, alzando las cejas.–, ni que lo hubiera invocado.

Cristina hizo que Arlette se diera la vuelta para mirar en su dirección, y se encontró con la imagen de Álvaro vestido con la equipación de baloncesto, con una mano en el pelo llevándoselo hacia atrás y la otra sujetando un balón en la cadera. Arlette le cogió la mano con fuerza a Cris y apretó, desahogando la frustración que sentía cada vez que lo veía.

–Tú no ganas para bragas con este chico, cariño.– susurró Cris en su oído.

Arlette soltó su agarre y la miró de malas maneras, disimulando su nerviosismo porque Álvaro estaba cada vez más cerca y no quería parecer una psicópata analizándolo con la mirada.

–Hola, Álv.– sonrió Cris, en cuanto el chico estuvo lo suficientemente cerca.

Arlette tuvo ganas de enterrarla la cabeza en Tierra húmeda llena de gusanos.

–Hey, Cris.– saludó él, revolviéndola el pelo con la mano.

Ni siquiera saludó a Arlette con palabras, simplemente cogió su barbilla con la mano que no sujetaba el balón y la alzó para darle un beso en los labios.

Que Dios nos pille confesadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora