Un viaje inesperado para un cambio de aires

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Arrastrando los pies, aun adormilado, baja las escaleras con una lentitud exasperante, dirigiéndose a la cocina de donde parece provenir un escándalo sin motivo. La nariz le pica y la garganta escoce por culpa del humo que contamina el aire del lugar. Aun con los ojos cerrados, conociendo el camino de memoria de aquel sitio, llega a la cocina; se frota los parpados con los puños a la par que contiene un bostezo que amenaza con salir en cualquier momento de sus labios.

Al abrir los ojos por primera vez, todo lo percibe nubloso y entre la bruma de color gris, logra distinguir una figura. Confundido, frunce el ceño, sorprendiéndose de lo conocida que es esta persona para él, identificando primero que nada, el cabello rojizo como la sangre.

— ¿Al?—indaga el chico con voz queda, abanicando el humo lejos de él con la mano.

La figura se mueve bruscamente, moviendo vehementemente con ambas manos, un trozo de cartón para llevar lejos el aire toxico. Unos ojos negros se clavan en su persona al escuchar la voz del signo.

— ¿Me acabas de confundir con el viejo?—cuestiona el ariano, dejándose ver entre la nube de gas que a cualquiera lastima en sus pulmones—. ¿En serio?

Las cejas de Leo se unen más, de ser posible, demostrando lo perdido que está por apenas despertar.

— ¿Acaso estabas cocinando?—cuestiona el más alto, evitando hablar de su padre con el mayor.

—No. Géminis y Acuario sí. Y...

La alarma de incendios no tarda en comenzar a sonar de manera insoportable. Aries y Leo observan el pequeño aparato circular colgando del techo, emitiendo una luz rojiza intermitente a la par que el sonido sigue colándose a los signos hasta los huesos. En cuestión de centésimas de segundo, una lluvia artificial empieza a caer del techo, no solo en la cocina, sino que en cada una de las habitaciones y pasillos del recinto.

—Lo que faltaba—comenta molesto el pelirrojo, lanzando el trozo de cartón lejos con aire de derrota —. Ve a abrir la puerta del patio.

El león bufa entre dientes, pero obedece lo que el mayor le pide, pues el aire es más denso y es difícil respirar. Al abrir la puerta de vidrio corrediza, el aire comienza a ventilarse. Se escuchan algunos quejidos y maldiciones por parte de otros signos, en un apuro por mantener seco todo lo importante.

En cuestión de segundos cortos, los demás bajan a tropezones las escaleras, reuniéndose en la cocina; todos están completamente mojados. Observan a los signos que ya desde antes se han encontrado ahí.

— ¿Qué pasa?— cuestiona Capricornio.

—Estos dos—comienza a explicar Aries, señalando a los dos signos de aire en la cocina frente a la estufa, quienes poseen sonrisas inocentes y llenas de culpa en el rostro—, estaban cocinando y casi queman todo.

—Pensé que el culpable serias tú— asegura Sagitario.

—Yo no cocino por esa misma razón. Como sea, cuando bajé, los dos estaban histéricos porque habían tirado azúcar al fuego y la llama creció casi hasta el techo.

— ¡No sabíamos qué hacer!— chilla Géminis.

— ¡Y por eso ahí me ves como pendejo tratando de bajar la llama!

—Pendejo ya estabas —comenta el azabache con burla, ganándose una mirad furiosa de parte del mayor.

Capricornio se pasea por la cocina, viendo los daños ocasionados por los chicos de aire, notando que lo único que ha sucedido es que hay una prominente mancha negra en el techo, circular y del tamaño de una cubeta. Se molesta al pensar que deberá arreglar eso después. Sus ojos avellana dejan de inspeccionar el cuarto abierto, para clavarlos en los dos signos de aire.

Estrellas juntasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora