Cambio

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¿No les pasa que en ocasiones se encuentran leyendo algo, pero una frase detona una cadena infinita de pensamientos? Cáncer está experimentando esta situación en estos momentos exactos. Entre sus manos se encuentra un libro de comedia romántica (debe ser la décimo tercera vez que lo lee) y sus orbes plateados escanean las palabras que forman frases, párrafos completos y unifican una trama entretenida. Sin embargo, no sabe en qué momento se ha puesto a divagar. Su mente viajando por las olas de sus pensamientos turbulentos, quizás por las frases cursis y los momentos sumamente románticos de la pareja protagonista luego de incontables inconvenientes.

Ella recuerda como, hace años, había empezado a salir con Tanner. Todo había empezado de maravilla, si debía decirlo. Él se le había presentado en la fiesta de un amigo. Tenía cierto don con la palabra, pues era muy hábil en el arte de hablar, extrovertido y simpático, siendo así que habían durado horas enteras charlando y conociéndose hasta que Cáncer debió irse no sin antes intercambiar números con el contrario. Tanner se comportaba bien con ella y le endulzaba la vida con palabras bonitas que hacían que se sintiera en una película cursi y empalagosa de las que tanto gustaba ver. Las primeras semanas juntos las había disfrutado sin duda alguna, pero pronto las cosas cambiaron y ella estaba tan cegada por el amor que no fue capaz de hacer nada al respecto.

Un desinterés de parte del muchacho había comenzado a acentuarse conforme los días pasaban y Cáncer creía fervientemente que era por culpa suya. Quizás no le daba la atención que quería. Tal vez tenía que darle más demostraciones de afecto. Pensaba en cosas de ese estilo para solucionar la situación.

Tanner en ningún momento supo que la signo agua vivía rodeada de hombres, porque aquello hubiera terminado de una manera horrible. Después de todo, el joven había comenzado a ser posesivo en demasía. No le gustaba que la cangreja pasara mucho tiempo con varones que no fueran él, pues apenas verle con un amigo o compañero hacía que su sangre hirviera de celos y rabia que estallaban al punto de agredirle físicamente y no específicamente al otro muchacho, sino a ella. Tachándola de mil y un cosas denigrantes, asegurando que solo era una ramera que debía estarse revolcando con todo hombre que se le pasara por enfrente. Sus discusiones acaloradas donde se mezclaban los gritos, tirones, manotazos, llantos y demás, se fugaban del pequeño recinto donde entonces vivía Tanner y los vecinos eran capaces de oír tal atroz berreo y escándalo. Pero no tenían el coraje ni el interés suficiente como para brindar ayuda o siquiera preguntar si algo sucedía.

Cáncer se tragaba sus inseguridades al ver que su novio en ese entonces actuaba muy amigable con otras chicas cuando ella tenía estrictamente prohibido al menos hablar con algún compañero de trabajo masculino. No podía reclamarle nada a Tanner, pues al final la situación se volteaba y era él quien terminaba haciéndole sentir culpable por cosas que no venían al caso. La pequeña cangreja sentía cada vez más que era su culpa, que no era una buena novia y se sentía cada vez más desesperanzada con respecto a lo que podía hacer sobre su relación. Cuando pensaba que el muchacho ya no era quien había conocido en un principio y que el noviazgo estaba irreparable, Tanner aparecía, le consentía unos momentos, le decía cosas bonitas y ella volvía a caer en sus brazos, creyendo que él solo tenía ojos para su persona. Que los golpes, gritos y discusiones iban a formar parte de un pasado distante y podrían tener una bonita historia de amor juntos.

Ella era de esas chicas que creían que con un poco de atención, cariño y buenas intenciones el chico iba a cambiar. Pero luego la realidad le abofeteaba, como Tanner casi siempre, y le demostraba que estaba nada más y nada menos que equivocada.

Tuvieron momentos buenos, por supuesto, pero eran más los malos, y sobre todo llamativos, que al final Cáncer se agotó. Aquello no era la fantasía romántica de sus libros que quería vivir. La gota que rebalsó el vaso fue esa ocasión, esa espantosa y maldita ocasión donde se encontró con él y un par de chicas más. Aun ahora no puede pensar en aquel día sin que lagrimas espesas se acumulen dolorosamente en el borde de sus melancólicos ojos.

Estrellas juntasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora