Debilidades

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Se encuentra tumbado sobre su cama con las manos entre su mejilla y la almohada, al igual que sus piernas dobladas para mantenerse en una ligera pose de ovillo. Sus ojos turquesa están perdidos en la infinidad del suelo de su habitación, oyendo como las cortinas de su habitación se mecen suavemente al tener la ventana abierta de donde una brisa ingresa. Puede oír los neumáticos de los autos rodar sobre el pavimiento de la calle, además de personas caminando y hablando entre sí o atendiendo sus propios asuntos. Él, extrañamente, se siente terriblemente apagado. Usualmente no gusta estar mucho tiempo en silencio, pero por el momento se siente cómodo en soledad y calma, agradeciendo infinitamente que ni Libra ni Sagitario han acudido en su encuentro para ver su estado, porque la verdad es que se ha resentido un poco con ellos por sus acciones.

Un resoplido pesado escapa de sus labios a la vez que sus orbes brillantes se elevan hasta fijarse en el cielo azul a través de la ventana, solo siendo perturbado su color por las líneas de teléfono y demás.

Una persona se adentra al cuarto, rompiendo el silencio cuando sus pasos se aproximan hasta la cama donde se trepa con sumo cuidado. Géminis acomoda parte de su cuerpo sobre el costado de Acuario para mirarle mejor al rostro, curioso y preocupado como un niño pequeño. El menor dice nada ante la presencia de su hermano mayor y continua inmutable en su sitio, soltando un largo suspiro que denota todo lo cansado y triste que se siente. El rubio hace una mueca de compasión, recargando su mejilla contra sus brazos y procediendo a pasar sus dedos por los desordenados cabellos plateados del menor, brindándole su apoyo.

—¿Quieres hablar? — pregunta suavemente el de ojos cían.

—No sé de qué podría hablar.

—Pues... de cómo te sientes, de lo que ha pasado con Leo.

Acuario aprieta los labios, dudoso, y a continuación se remueve en su sitio para quedar boca arriba; Géminis permanece sobre suyo, mirándole totalmente atento.

—Sé que hablando se pueden resolver las cosas— empieza a decir el peliplateado con una voz suave y pausada—, pero no tiene caso hacerlo cuando Leo no creerá ni una palabra que diga. ¿Tú podrías creerme?

El mayor permanece callado y solo atina a encogerse de hombros, incapaz de responder algo al respecto.

—No—se aventura a contestar su propia pregunta, meneando la cabeza—. Leo es muy rencoroso, por supuesto que no me creería. No importa lo que diga, no me va a creer.

—Y prefieres quedarte así.

Géminis le ve hacer una trompetilla con los labios a la par que sus manos se dirigen a su rostro, cubriéndoselo durante largos instantes.

—Sagitario solo ha querido ayudarlos— prosigue el rubio—. No lo ha hecho con mala intención, ¿lo sabes?

Acuario asiente con la cabeza, en completo silencio y sin retirar las palmas de sus parpados. Siente la mano del mayor golpearle el pecho de manera rítmica, con extremo cariño fraternal, a la par que su propia respiración se agita paulatinamente. Una mueca de tristeza se dibuja en el rostro infantil e inocente del mayor cuando se percata de la rojez en la nariz del peliplateado.

—¿Acuario?

—No sé qué hacer— asevera él con voz atropellada—. No quiero terminar, pero no podría obligarlo a estar conmigo si él no quiere.

El rubio se inclina hacia el rostro del menor, dándole palmaditas en los antebrazos.

—Puedes llorar si quieres.

—Ño. Eso es de débiles.

—Acuario— ríe suavemente Géminis, viendo el puchero de su hermanito—. No está mal llorar.

Estrellas juntasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora