Consejos necesarios, miedos y espacio personal

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Luego de muchos minutos, Géminis aparece en la habitación; Libra está más tranquila, pero Acuario sigue abrazándola con fuerza en busca de reconfortarla por completo. Le acaricia el cabello con gentileza y deposita un pequeño beso en la clara frente de ella. Al ver al rubio plantado junto a la entrada, Acuario suelta un largo suspiro y aparta a Libra de sí, retirándole el cabello de la cara.

—Espera fuera— dice el mayor de los tres, dirigiéndose al menor.

—¿Estás seguro?

Géminis asiente, mostrando que no desea discutir con él sobre la situación. Resignado, el peliplateado le asegura a la rubia que estará todo bien y, posteriormente, se levanta para retirarse del cuarto. Los ojos cian observan a la fémina que se limpia las mejillas con ambas manos de manera elegante. Los pasos del mayor se escuchan en el recinto, lentos y pesados, hasta detenerse junto a ella. Se sienta frente suyo con rostro severo y completamente erguido para mostrar un aire autoritario, sin embargo, los ojos azules de ella no se elevan para mirarle en ningún momento, entre asustada y apenada.

—¿Tienes algo que decir?— pregunta él.

Respira con fuerza a la par hace amago de decir algo, pero, al final, opta por no hacerlo y simplemente niega con la cabeza y la cabeza baja.

—De verdad no sé en qué piensas. ¿De donde mierda has sacado la idea de que no eres atractiva?

Sujeta su mano con fuerza a la par de que se pone en pie, obligándola a seguirle hasta el espejo de cuerpo completo que hay en la habitación. La rubia se mira los pies durante un corto lapso antes de que Géminis la fuerce a observar su reflejo.

—¿Por qué no puedes verte como eres? — le reclama—. ¿Qué es lo que ves que te causa necesidad de lastimarte?

Lagrimas silenciosas emergen de sus ojos brillantes, cayendo por su cuello hasta mojar la ropa.

—Soy fea— gimotea Libra—. Estoy gorda. Quisiera tener un rostro más bonito, más delicado y con pestañas más notables. No tengo cintura pequeña ni caderas muy grandes. Mis piernas y trasero son unas cosas horriblemente enormes, mi abdomen está lleno de asquerosas llantitas, mis brazos...

Géminis le coloca la mano contra la boca, callándola inmediatamente; no desea escuchar cómo se minimiza y desprecia de esa manera.

—Eso no es cierto— sentencia el rubio—. Sé que lo que diga da igual porque no podrás creerme, pero no eres nada como te has descrito. Nadie tiene el cuerpo perfecto y eso no te hace horrible.

Se mueve, plantándose a su costado a la vez que ella se gira para cruzar miradas sin dejar de llorar. Los orbes del mayor son sinceros, aunque algo estoicos, a la vez que habla con tono profundo y pausado.

—Sé que no debería hacer estas cosas— musita de manera rota la ruba—. Pero no puedo evitarlo. No sé por qué, es... es muy difícil...

El silencio dura unos instantes mientras la mente de Géminis parece perderse en la infinidad del universo. Para cuando reacción, su gesto se vuelve dulce, melancólico y lágrimas se acumulan en sus ojos. Su mano blanca acaricia de manera suave la mejilla derecha de la contraria, logrando que el labio inferior de ella tiemble.

—Libra— su voz se escucha más amigable—. Eres preciosa con todos tus defectos y virtudes. Desearía que te vieras de la manera en que yo te veo, porque no solo tu físico es bello, sino que tu personalidad lo es también. No tienes que lastimarte ni dañarte de esta manera para tener el cuerpo de una Diosa, porque no se puede y está bien que sea así. Lo que menos quiero es que te trates de esta forma.

Se queja por lo bajo y los brazos de él la rodean con fuerza y calidez. La deja llorar en completo silencio contra su hombro y parpadea con velocidad varias veces para evitar que él siga sus pasos.

Estrellas juntasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora