Cuarzo rosa

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Nunca le ha gustado ir a terapia, pero sabe que es necesario para mejorar su salud mental y física. Para Libra no hay nada más difícil que hablar sobre sus sentimientos e inseguridades con alguien más. Para ella, hablar de sus problemas los hace más reales, como si se volvieran imposibles de ignorar.

No sabe si considerarse una loca, como mucha gente cataloga a las personas que asisten a psicólogos y psiquiatras, sin embargo, sí considera que es alguien que no se encuentra bien. Por supuesto, los demás no desean que ella tenga un ego más alto que un rascacielos, sino que se acepte por quien es. Que pueda amar sus virtudes y respetar sus defectos. ¿Por qué es tan difícil quererse a uno mismo?

Libra ya está acostumbrada a asistir a consultorios de pulcras paredes blancas, decorado con pinturas abstractas y lleno de muebles de madera barnizada. No es la primera vez que se sienta sobre un sofá acojinado y cómodo, frente a otra persona que le hace distintas preguntas, mirando la alfombra peluda debajo de ella.

La sesión dura una hora, una hora en la que Libra habla y llora, teniendo que limpiarse repetidas veces la nariz con un pañuelo de papel. Aquello provoca una vergüenza indescriptible en la rubia, pero trata de tranquilizarse al pensar que, después de todo, ese es el trabajo del psicólogo y seguro que ha llegado a ver y escuchar cosas peores que un trastorno alimenticio.

Tendrá que volver la siguiente semana; Libra se levanta de su asiento y se despide del médico con un apretón de manos y un agradecimiento. Cuando sale del consultorio, sorbiéndose la nariz, y cierra la puerta detrás de si, vislumbra a Géminis sentado en la sala de espera; el rubio tiene un cuaderno abierto sobre su regazo mientras mueve un lápiz con su mano derecha, haciendo un bosquejo rápido de la sala para matar el tiempo.

Libra sonríe débilmente, agradecida y con cierta culpa; el mayor ha estado ahí desde que ella ha entrado al consultorio para su sesión. Es claro que él la ha esperado pacientemente. Sin perturbarle, la signo aire se acerca a la recepcionista para pagar por la cita y agendar la próxima a la misma hora y el mismo día de la semana. Posteriormente, tras darle las gracias y despedirse, se acerca a Géminis que, casi de inmediato, alza sus ojos cian hacia los de ella.

—¿Ya? — pregunta él, cerrando el cuaderno un poco maltratado y sucio, con el lápiz entre las páginas.

Un asentimiento es suficiente para que el rubio se ponga en pie, tomándole la mano a Libra y así dirigirse hacia la salida; la recepcionista les desea un buen día con una sonrisa bien ensayada.

Caminan uno al lado del otro, en silencio, y Géminis sopesa la idea de soltarle, sin embargo, la rubia le sujeta con más fuerza, agradeciendo su apoyo sin mencionar palabra. El mayor le mira y se esfuerza para sonreírle.

—¿Cómo te fue?

—Bien. El doctor fue muy amable.

—Me alegra— los dos miran sus manos entrelazadas hasta que Géminis desvía su atención al camino que toman para evitar chocar con alguien—. ¿Quieres ir a algún lado?

Libra niega con la cabeza. Se vuelven a sumir en el silencio, ahora la rubia comenzando a juguetear sutilmente con los delgados dedos del mayor, y continúan con su marcha hacia la parada del transporte público más cercano en donde esperan pacientemente. Ambos permanecen callados y Libra empieza a notar el gran apoyo que Géminis representa en su vida; el rubio siempre ha estado para ella, acompañándola a las citas de terapia, comprando con su dinero, su relativamente escaso dinero, el medicamento que necesita, estando junto a ella durante sus llantos, evitando que se lastime de alguna forma y no tratando sus problemas como una ridiculez de una joven energúmena en busca de atención.

La piel tibia de Géminis es reconfortante para ella. Los ojos de Libra, profundos, se alzan hasta clavarse, discretamente, hacia el rostro del mayor que, de manera impresionante, empieza a brillar como si tuviera luz propia como una bella estrella, pequeña pero bonita.

Estrellas juntasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora