Nada como el océano.

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Acuario, con un hilillo de saliva escurriendo por su barbilla, permanece dormitando, hasta que una aeromoza comienza a despertar a todos los pasajeros, informando que ya han aterrizado en su destino. Piscis despierta al rubio, quien mantiene su cabeza contra la coronilla de ésta mientras dormía. Capricornio se limita a mirar por la ventana, mientras intercambia palabras con Libra sentada a su lado. Por otro lado, Escorpio y Leo están sumamente aliviados de haber llegado, pues el viaje ha sido una tortura para ambos, quienes han estado sentados a los costados de un señor enorme y regordete, quien no ha dejado de roncar y removerse en todas las direcciones posibles, impidiendo a los signos descansar. Sagitario aun sujetado de la mano con Virgo, pues la chica le tiene pavor a las alturas y al azabache es lo único que se le ha ocurrido hacer para calmarla, tanto cuando despegaron como ahora que han aterrizado, esperando que así no le dé un ataque de nervios.

—Tranquila— ríe el pelinegro, dándole un apretón suave—. Ya aterrizamos, no creo que pase nada.

—Lo sé, pero es solo que no tolero las alturas.

—Es irónico, teniendo en cuenta la altura que tienes.

Una sonrisilla nerviosa se abre paso en el rostro de la chica; es preferible reír que llorar de histeria, ¿no?

Aries despierta con cuidado a Tauro, quien se había quedado dormido en su hombro derecho como si nada; el de cabello verde se despereza con lentitud y se acomoda en su asiento, frotándose los parpados con las manos. Luego, el pelirrojo despierta a la mayor de la casa agua, quien igualmente estaba en el séptimo sueño acomodada contra su hombro.

—Cinco horas más — pide ella en un murmullo, reacia a despertar del todo y acomodándose contra el carnero.

—Oye. No puedes, ya vamos a bajar.

Viendo que la chica no parece querer acatar la orden, no le queda de otra más que dejarla estar hasta que les permitan descender del armatoste. Tauro, simplemente le dedica una mirada burlesca, aun con una mirada somnolienta.

—Cállate.

Después de veinte minutos de espera, les permiten retirarse del avión.

***

Luego de otra hora de viaje en auto, por fin llegan a su destino. Bajan del Jeep que los ha traído hasta aquí, agradeciendo al conductor que pronto da marcha y regresa por donde ha venido.

Ante sus ojos, se abre paso un paisaje bastante bonito; una solitaria y abandonada playa de arena color crema, rodeada por un conjunto rocoso que forma riscos y paredes llenas de vegetación verde, mientras más allá de la costa se encuentra un cuerpo de agua tan claro y puro que parece sacado de un sueño, más cuando no hay ni una sola ola. Al fondo, a varios metros lejos de ellos, hay una cabaña playera, hecha de madera de palma y algo similar a hojas. La brisa salada característica de la costa les da la bienvenida, golpeando sus caras y meciendo sus cabellos con suavidad, a la par que el Sol resplandece con fuerza en lo alto, alumbrando y llenando de vida todo a su paso, mientras pajarillos tropicales les cantan una tonada nueva y veraniega.

El castaño del grupo abre la boca con intenciones de hablar en dirección a los demás, pero se ve interrumpido. Tan rápido como han pisado la arena del lugar, la casa de agua deja caer su equipaje al suelo y sin perder más de su preciado tiempo, han corrido descontroladamente y eufóricos al mar que les incita a adentrarse. En el camino hacia la orilla, se van despojando de sus ropas superiores, dejando completamente confundido y anonadado al signo menor de la casa tierra, pensando, por un momento, que se han creído que esto es una especie de playa nudista. Sin embargo, se alivia al ver que se encuentran vestidos con sus respectivos trajes de baño, mas esto no es razón para que él no se lleve la mano al rostro en un claro gesto de decepción o algo similar.

Estrellas juntasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora