Quizás

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Ya han pasado algunas semanas desde que Sagitario se accidentó. Semanas en las cuales los signos han ido a visitarlo durante su estadía en el hospital, a excepción de la única fémina de la casa tierra, quien ahora se encuentra mirando la pantalla de su computador con desinterés. Sus manos descansan gentilmente sobre el teclado de color negro con letras en blanco, esperando que sus dedos escriban las palabras que llenarán la vacía hoja blanca del procesador de texto. Inquieta, se pasa la mano por el cabello, que se encuentra suelto, cayéndole por los hombros como una cascada de tallos delgados color verde jade. Dándose por vencida, cierra el documento y, poco después, la computadora, mirando el aparato con cansancio.

No puede trabajar, pues hay algo que realmente la tiene acomplejada; la pelea con Sagitario indudablemente se le salió de las manos. Quizás actuó irracionalmente. Quizás sobre reaccionó con la situación. Quizás fue un poco dura. Quizás, solo quizás, ella no tiene razón. No es que le cueste admitir el que no ha dado en el clavo en la situación por culpa del orgullo, sino porque siempre tiene la razón.

Suspirando, se levanta de la silla y se encamina, con tranquilidad usual, hacia el tocador donde descansan algunas ligas para cabello. Con una de éstas, ata su larga mata de pelo verde en una coleta alta; tampoco se siente con ánimos como para recogerla en una trenza o en algo mejor. A continuación, toma su bolsa y se retira de su pieza, yendo por el pasillo a la habitación adyacente, cuya puerta toca suavemente con los nudillos, llamando la atención de la persona en el interior. Poco después, un castaño asoma parte de su cuerpo por la abertura entre la madera y el marco, mirando con seriedad imperturbable a su hermana.

— ¿Podrías llevarme al hospital? — pregunta la fémina.

— ¿Al hospital? ¿Te ha ocurrido algo?

—Nada de eso, me encuentro bien, Capricornio, no es nada de lo que tengas que angustiarte. Solo... he pensado en ir a ver a Sagitario.

—Ya veo—asiente, entendiendo que probablemente Virgo desea hablar con el arquero, y él no se interpondrá—. Dame un minuto, necesito calzarme unos zapatos.

—Te veo en la sala entonces.

La de ojos esmeralda, no esperando mayor respuesta por parte del menor, se da media vuelta y se retira por el pasillo mientras éste le observa en silencio, pensando qué quizás su hermana quiere arreglar la situación o que quizás empeore. De cualquier forma, se devuelve al interior de su cuarto, donde se pone unos zapatos deportivos y toma las llaves de su vehículo.

***

Inspirando profundamente por la boca, el humo viaja por su tráquea hasta sus pulmones, para luego ser exhalado por entre sus labios. A pesar de la relajante sensación que esto le provoca, el jodido bloqueo de artista no se marcha y eso solo lo hace encabronar, por lo que da una calada a su cigarro casi con furia justo cuando escucha la puerta corrediza del patio ser abierta. Al girarse a mirar, ve a Tauro cerrar la puerta de vidrio para luego acercarse a su persona con una sonrisa amable en su rostro. El chico con tatuajes se pregunta, entonces, cómo es que siempre trae ese maldito gesto en su rostro, ¿qué acaso no le duelen las mejillas de tanto sonreír?, nadie puede ser tan jocosamente bueno.

—No esperaba que estuvieses aquí— dice el mayor, plantándose al lado del escorpión y recargando su espalda contra el muro de la casa mientras sus ojos se elevan para ver como las hojas del árbol de su jardín son mecidas por el suave viento que hay.

—A Piscis le molesta el humo de tabaco— responde el más alto, mostrando el cigarrillo que se halla entre sus dedos índice y medio—. ¿Tú?

—Mh...— expresa el toro, encogiéndose de hombros simplonamente—. Me gusta estar aquí. Ya sabes, a los tierra nos gusta la naturaleza. Nos hace sentir en casa. Nos ayuda a no estar abrumados.

Estrellas juntasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora