Casa agua: los opuestos se atraen

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Yo nunca he entendido sus razones. Siempre escucho lo mismo, las mismas frases provenir de mis amigos con respecto a eso. Sí, con respecto a mi relación. No es que me moleste escuchar consejos acerca de ella, o comentarios inofensivos, pero tienden a ser siempre los mismos. Desde que me vieron con Capri, ha sido la misma historia y en parte lo entiendo. Sí, él no es un romántico empedernido, no es un chico que está las veinticuatro horas detrás de mí, pegado a mi persona como si fuésemos un solo ente ni tampoco gusta de ser detallista y mucho le cuesta expresarse. Eso lo sé perfectamente, pues no por nada llevo conociéndolo prácticamente toda mi vida, ni llevo enamorada de él desde hace cientos de años.

Dicen que es demasiado serio, demasiado callado, que dudan mucho que él sienta algo incluso por su persona. Pero ellos están completamente equivocados. Simplemente se han encontrado con Capri durante unos escasos segundos cuando se ofreció para dejarme en un café para hablar con mi grupo de amigos. Solo habían visto que se despidió sin más y ya. ¡No todos son románticos! Y eso lo he entendido perfectamente con él. Dicen que me merezco algo mejor, alguien que cumpla mis expectativas, que sea compatible conmigo porque Capri es muy diferente a mí.

Plantada con la espalda dando al pizarrón, observo todo el salón de clases, asegurándome que ninguno de los estudiantes esté copiando en el examen de Cálculo que tienen en este momento. No es que yo sepa del tema, pero como la maestra tiene que aplicar la prueba a dos grupos, me han pedido que cuide a este grupo mientras ella se encarga del otro. Por el momento todos se comportan bien, callados y totalmente concentrados en sus hojas y sus problemas matemáticos. Dejo escapar un suspiro pequeño, pensando que yo no sé nada de esta materia que hace años dejé de tener y estoy segura de que apenas si recuerdo como dividir fracciones. La lógica matemática no es la mío. Nada de ese estilo.

Escucho unos golpes suaves en la puerta del salón y muchos de los estudiantes se giran a verla con curiosidad, usándola de excusa para dejar un segundo sus exámenes. Les indico que regresen a lo suyo mientras yo me encamino a la entrada, tomando la manija plateada y abriendo la puerta. Parpadeo un par de veces, incrédula, al ver a Capri plantado al otro lado. Regreso mi mirada al salón y algunas miradas se devuelven con rapidez a las hojas sobre sus pupitres. Luego, vuelvo a clavar mi atención en los ojos avellana de él, que tanto me gustan a pesar de que muchos piensen que es un color común, simple e insípido.

— ¿Qué? —es lo único que logro formular, completamente confundida.

—Salí a almorzar con Jace. Idea suya, por supuesto. Pensé que no habrías comido nada aun, así que traje algo— dice con tranquilidad, mostrando una bolsa plástica con el logo de un restaurante—. Me dejaron pasar cuando dije que venía a hablar contigo, así que no hay problema.

—Oh— vocalizo, tomando la bolsa que él me tiende y la observo durante largos segundo, dándome cuenta de a cuál restaurante se ha ido a comer—. Esto está al otro lado de la ciudad.

—Jace y sus excentricidades—asegura, carraspeando la garganta con un deje de vergüenza y acomodando su saco color gris que se encuentra desabrochado—. De todos modos, tengo bastante tiempo de descanso hoy. No tengo nada que hacer hasta dentro de un rato.

—Lo siento, no tenías...

—Emma, te he dicho que no te disculpes tanto.

Frunzo los labios un tanto inconforme y apenada. Sí, él dice que me disculpo demasiado y que no tiene que ser así, pero lo hago de manera inconsciente, porque no me gusta que la gente se tome tantas molestias conmigo. Estoy segura de que tienen mejores cosas que hacer que desperdiciar su tiempo o energía con mi persona. Vuelvo a mirar lo que tengo entre manos y no puedo evitar la sonrisa que se forma en mis labios.

Estrellas juntasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora