Un envase diferente, mismo contenido

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Abre con lentitud exasperante los ojos para enfocar las sabanas y las almohadas de la cama. Se sienta en el colchón, logrando así que las mantas se resbalen y le descubran el cuerpo. Se talla el rostro con ambas manos en un intento de desperezarse, pero algo no está bien. Se percata que sus manos se sienten ásperas y son grandes, mucho más grandes que antes. Comienza a tocar su rostro; su nariz es chata, su cara es más angulosa, sus cejas son más pobladas. Esa no es su cara. Su mano derecha va a parar a su cabello y se da cuenta de lo corto que es. Sus ojos bajan hasta su abdomen, notando que está descubierto y solo usa unos pantalones holgados como pijama. Se toca el torso, el pecho y cuando está a punto de levantarse para verse en un espejo, escucha un gritillo provenir de otra habitación. Se pone en pie y sale de la recamara, dirigiéndose a donde ha provenido tal expresión. Entra al cuarto de Acuario, pero el chico no se encuentra dentro; la cama está desordenada. Ve la puerta del baño abierta por completo y al acercarse unos pasos distingue la figura del menor de la casa aire ahí, frente al espejo sobre el lavamanos, mirándose a unos milímetros de distancia del material reflejante.

— ¿Qué sucede?— pregunta. Su voz suena ronca y masculina por lo que su mano se acomoda alrededor de su cuello, sintiendo su manzana marcada.

El signo de aire se gira a verle con los ojos llenos de ansiedad, escondidos en su desordenado cabello plata. Rápidamente se le acerca y le sujeta de los brazos, completamente aterrado.

— ¡Tauro!— chilla el menor—. ¡No sé qué pasa!

—Acuario, yo no soy Tauro. No sé qué me estás diciendo.

— ¿De qué me hablas? —le suelta el de ojos turquesa, para luego pasarse bruscamente la mano por el cabello, mirando el suelo y luego al peli-verde—. ¡Esto parece una pesadilla! Primero despierto dentro del cuerpo de Acuario y ahora me dices que no eres Tauro. ¿Quién eres, entonces?

—Soy Virgo. Eso es obvio.

Ambos se miran completamente desconcertados, en total silencio.

— ¿Acaso te has visto en un espejo?—indaga la voz de Acuario.

Antes de que el contrario responda con una negativa le sujeta de la muñeca y lo arrastra hasta el baño, plantándolo frente al espejo.

—Mira.

Virgo se observa con asombro. Este no es su cuerpo, este no es su rostro, no son sus manos ni sus cabellos. Este es el cuerpo de su hermano mayor, Tauro. Su mano se dirige a una mejilla y la roza como si quisiese asegurar que es real, que no es un producto absurdo de su imaginación. ¡No, no! Es la vida real.

—Virgo— habla el signo de aire con temor; la nombrada se limita a seguir observando el reflejo —. ¿Qué vamos a hacer? ¡No quiero estar en el cuerpo de Acuario para siempre!

La mayor se sostiene del lavabo, mirando el interior de este, pensando detenidamente qué hacer.

—Hay que ver cómo están los demás —dice, saliendo de pronto del pequeño cuarto de baño y dirigiéndose a la salida de la recamara con el signo de aire siguiéndole—. Luego veremos qué hacer.

Bajan los escalones con una rapidez increíble hasta llegar a la sala de la casa en donde Virgo, usando la ronca y masculina voz de Tauro, llama a los demás. Convoca una reunión de urgencia. Poco después escuchan los pasos de los demás signos, además de puertas abriéndose y cerrándose, acompañados de quejidos y maldiciones. En cuestión de minutos, los doce se encuentran en la sala frente al cuerpo de Tauro con los brazos cruzados y el cuerpo de Acuario que plantado justo a su lado se limita a observar a los demás.

— ¿Qué?— habla el cuerpo de Cáncer, tallándose los parpados con ambas manos —. Es fin de semana. ¿Qué es tan urgente?

—Lo diré en un momento — silencia Virgo—. Primero, nombrare a cada uno y responderán con un "aquí" o alzando una mano.

Estrellas juntasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora