Capítulo 80

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 -¡No!, ¡no!, ¡no! – Se quejan los más pequeños – quedate un rato más Alessa-.

-Sí, no te vayas todavía-.

-Bueno, pero no alcen tanto la voz – les digo – Muchos pacientes están durmiendo-.

-¡Papá! – grita Sandy de repente poniéndose de pie... por la entrada del pequeño salonsito viene Maritza, su madre, acompañada de un hombre no tan mayor pero si se ve algo demacrado vistiendo el traje verde aguamarina y jalando el fierro de donde cuelga una bolsa de suero.

-Con cuidado Sandy-.

-Hola princesita – le dice - ¿Qué es eso que tienes en el rostro?-.

-¿Qué tengo? – pregunta inocentemente.

Maritza levanta a la pequeña del suelo y la acerca a su papá.

-Un besito mío – le dice mientras le da un beso en la mejilla y Sandy abraza su cuello.

Yo me aprieto la lengua para no dejar afectarme por el momento.

-Es hora de irnos, Alessa. – me murmura mi papá quién ya ha terminado de ayudar a las pocas enfermeras que se quedaron hoy de guardia.

-Muchas gracias por su ayuda el día de hoy, sinceramente siempre hace falta apoyo y más en días como hoy donde todo el mundo quiere estar en casa – nos dice el único médico que se ha quedado en el hospital y que no ha parado en todo el día.

-Casa es dónde están los que amas y yo y mi papá estamos juntos-.

-En realidad fue su idea y como no apoyarla-.

- Se tiene la idea de que quien padece la enfermedad es quien está en cama, pero en realidad son todos los seres queridos quienes sufren... a veces se sufre peor de este lado. Las personas que aquí asisten son en su mayoría de origen muy humilde, pero son seres extraordinarios... créanme que no podrán obtener un agradecimiento más sincero que el de ellos. Espero volver a verlos pronto por acá-.

-Lo he comprobado. Quizá no tenga que esperar hasta la próxima navidad – le digo – haré lo posible por volver pronto-.

-Muchas gracias, y por cierto, la comida estaba deliciosa-.

-Nos encantaría decir que es nuestro merito, pero la compramos – bromea mi papá.

Me despido de todas las personas con las que conviví hoy, niños, adultos, ancianos, enfermeras, cada uno por un motivo distinto se encuentra pasando navidad en un hospital. Algunos más graves que otros, con más necesidades con otros, pero admiro su fortaleza de permanecer de pie. De mantener esa fe que muchas veces es tan fácil perder.

Me hago una fotografía con los pequeños, hijos, hermanitos pequeños a quienes parece no importarles tanto que tan jugoso será el pavo de la cena o si al despertar mañana encontraran un obsequio bajo el pino de navidad. Estoy segura de que esas pequeñas almas cambiarían mil juguetes por que la persona enferma que aman se recuperara pronto.

-¡Adios Alessa! – me dicen varias personas e intento no llorar, aunque estás lagrimas son distintas a las de otras navidades, me siento feliz, hoy aprendí una gran lección sobre lo que es el verdadero significado de la navidad.

Mi papá se encuentra igual que yo, puedo verlo en su rostro.

-¿Lo haremos igual el próximo año?-.

-Seguro-.

-Es casi de noche, quieres ir a casa a cambiarte-.

Niego con la cabeza.

-No quiero ir a ningún lugar... podríamos cenar en casa-.

-¿en pijamas? – sugiere divertido

Il Mio Professore / Gianluca Ginoble (Il Volo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora