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Theo

Entro a la cama con Audrey.

Vestido, por supuesto.

Ella hace las sábanas a un costado y ambos nos quedamos a distancia prudente resultando inevitable rememorar viejos tiempos.

-Son todos un montón de imbéciles-murmuro tomándome el rostro como si la cabeza me pesara una tonelada-. O sea que llevan ¿cuánto? ¿Doce horas drogados?

-Más o menos-murmura.

Por suerte ella también va vestida con un pijama negro, o sea que no hay piel imprudente a la vista.

Está sentada, afirmada contra el respaldar de la cama y se abraza las rodillas como una niña pequeña. Aunque no debería dejarme llevar precisamente por su aspecto, siguiendo las coordenadas que han caracterizado nuestro pasado.

Y debo hablar acerca de un pasado común puesto que lamentablemente hay algo que nos vincula, una historia lamentable que nos une como el suicidio camina en un borde medio entre la vida y la muerte.

-Con fines económicos definitivamente no fue difundir esas pastillas-afirmo-. Alguien las ha enviado como un maravilloso presente.

-Ojalá los mate por ser tan imbéciles.

-¿Crees que pueden venir desde Glorious?-la observo de reojo.

Ella se encoge de hombros.

-Lo dudo-murmura-. Las difundieron los mismos de nuestros bandos, es decir que eso viene sí o sí de alguien de los nuestros.

Y esto hace resonar en mi interior un viejo precepto que intenté seguir... «Tenemos que destruir Bad Boys. Y será desde adentro.»

Audrey abre el cajón de su mesita de noche y saca una caja de cigarros, un revolver y un paquete de preservativos.

Deja los primeros sobre la mesa, me apunta con el revolver y me muestra los profilácticos con la otra mano.

-Hey-me observa-, me cojes o te mato.

La observo con los ojos abiertos como platos, escondiéndose detrás del cañón. ¿Cómo es que dio un giro tan rotundo?

Trago saliva y comprendiendo el juego, sonrío.

-Dispara-asevero.

Ella suelta una carcajada y vuelve a guardar la caja de condones, sin embargo deja fuera los otros dos elementos.

-Eres inteligente-sonríe colocándose un cigarro entre los labios y lo enciende con su revolver. Claro, porque ese arma es un encendedor.

-Recuerdo cuando Tachas te regaló ese juguete.

-¿Ah, sí?-pregunta ofreciéndome un cigarro.

Le respondo con una negativa a su "caridad".

En efecto, aún recuerdo el día que Jacob se presentó para un cumpleaños de Audrey (que nadie en toda la casa había recordado) y le dijo extendiendo una caja envuelta en papel de regalo: «¡Sorpresa! Este es el regalo más amargado del mundo para la persona más amargada del mundo.»

Se dibuja una risita en mis labios al recordar dicha escena.

-¿Dejaste de fumar?-me pregunta.

-Eso intento.

-¿Por qué?-insiste.

Oh, claro, «porque me voy a casar con la chica más perfecta de todo este puto mundo y sumaría puntos en contra si decido hacer algo que pueda afectarme a mí, a ella o a los canarios que tengamos a futuro en la hermosa casa de campo que vayamos a comprar».

De pronto mi mirada se cruza con la suya.

Y es todo lo que necesitamos para que sea Audrey misma quien responda a su pregunta:

-Descuida-murmura-, ya entendí. Tu chicle de fruta.



Tracy

Cuando Charlie detiene el auto frente a la Bad House, caigo en la cuenta del silencio que nos ha atravesado desde mi pedido hasta este preciso instante.

Está lleno de autos mal estacionados, hay chicas vomitando en el patio delantero y sujetos durmiendo en la acera.

-¿Segura que quieres quedarte aquí?-me pregunta.

Lo observo de costado y vuelvo mi mirada al lugar. Busco en la calle, entre todos los coches que hay aparcados hasta localizar el de Theo.

-Sí-afirmo-. Lo buscaré y nos iremos. Creo que mis horas en Iconic están contadas.

Le dedico una sonrisa esperando que su expresión de asco cambie, no obstante mi intento resulta inútil.

Quito el seguro a la puerta y antes de intentar abrir, él me detiene con su mano derecha en mi brazo.

Es fuerte pero no llega a hacerme daño.

Si fuera otro momento de mi vida y no uno tan difícil, la sensación de nuestro contacto podría liberar en mí sensaciones exquisitas pero incómodas. Ahora, en cambio, no despierta más que agitación al pensar que no estamos haciendo lo correcto.

-Tracy...-murmura.

Noto en sus ojos un gesto suplicante.

Brillan bajo la luz de sol que entra por la ventanilla. Son dos gemas verdes que sufren, que reclaman algo pero no soy muy consciente acerca de qué busca.

Sus facciones son delicadas, prudentes y de un atractivo monumental.

El punto es que ahora mismo mi cabeza está tan cargada que no puedo permitirme sentir nada agradable.

-Por favor, Charlie. Debo ir-respondo.

-Si en verdad quisieras irte, quitarías tu brazo.

Observo su mano que me sujeta pero no hay presión. Es una caricia.

¿Es que tiene razón?

¿Por qué hace esto?

¿Por qué me deja en esta posición?

-Yo...-empiezo para refutar lo irrefutable.

Aunque no es necesario decir una sola cosa más.

Puesto que él coloca un dedo sobre mis labios y se acerca a mí.

-Aléjate de él-murmura tan cerca que alcanzo a sentir su aliento delicioso pero prohibido-. Te está haciendo mal.

-Char...

-Necesito que me des una oportunidad. Él no te conviene. Te destruyes a ti misma estando cerca suyo.

-Pero...

-Por favor, Tracy. Una oportunidad. Sólo una-quita su dedo de mis labios y la distancia va desapareciendo, es tan ínfima que en cualquier momento el auto se podría derretir-. Prometo que te haré feliz.

Y vence todos los obstáculos al cerrar sus labios sobre los míos.



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#BOYTOYS #MARATON #Día7

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#FIESTAENLABADHOUSE

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BOY TOY #3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora