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Carl

El enorme césped que se alza frente a mis ojos es un paraíso prometedor.

Puedo ver en el horizonte una adorable casa de campo de madera, techo a dos aguas y maseteros en las ventanas.

La calidez de este sitio me regocija el alma.

Fuera de la casa se divisa un árbol grande con un columpio hecho de un neumático y soga.

Siempre quise tener uno de estos de chico aunque mamá decía horrorizada «¡te vas a matar con elementos así, son peligrosos!» y sólo me quedaba mi padre quien respondía «no molestes, algún día vas a crecer y esas estupideces se te pasarán.»

Ahora he crecido y sigo observando con los mismos ojos plagados de cariño a ese simple neumático.

Me acerco a él. Mis pies se deslizan en el césped esponjoso, el cielo azul se extiende sobre mi cabeza con enorme magnificencia y parece extenderse en un infinito de ensueño. ¿Acaso este paraíso no tiene un final?

Sigo caminando hasta que el grito de un niño a mis espaldas me detiene:

-¡Hey!

Ese llamado.

Ese llamado ¿podría ser considerado una palabra en sí mismo? No lo sé pero desde mí perspectiva sí lo es y tiene un enorme significado.

«¡Hey!»

El punto... El punto es que quien lo ha emitido esta vez, es la voz de un niño.

¿Qué hace un chico en este sitio? ¿Se habrá perdido? ¿Qué sucede?

Acto seguido doy media vuelta y me encuentro con un niño que ha de tener unos cuatro años. Tiene el cabello negro y ondulado, sus mejillas son rosadas y resaltan en una piel demasiado pálida. Sus ojos son color café (o eso es lo que creo ver desde la distancia que nos separa).

-¡Espérame, papá! 

¿Qué...?

¿Acaso este...pequeño me acaba de llamar a mí, «papá»?

Doy la vuelta para ver si no hay nadie más cerca o a mis espaldas, sin embargo soy el único que está frente a este niño.

¿Qué le ocurre?

Me planto finalmente para esperarlo.

El hombrecito intenta correr con cierta torpeza propia de los nenes de su edad. Además va vestido con un pantalón de vestir y una diminuta camisa color azul.

A continuación escucho la risita de otro niño.

Mis ojos se abren como grandes platos al encontrarme que detrás viene corriendo, intentando alcanzar al primero. Este chico nuevo tiene rulitos castaños, tan pálido como el primero aunque su vestimenta es una camiseta negra con el dibujo de una calavera con una corona y pantalones holgados.

-¡Papá!-grita también.

Ay, mier...

El más formal es el primero en alcanzarme. Me agacho y lo recibo con los brazos abiertos. Éste me abraza y rodea mis hombros con insistencia en sostenerme con fuerza.

Una vez que lo recojo en brazos, me rodea el cuello y esconde su rostro en la curva de mi hombro.

Anonadado distingo que el pequeño con apariencia más rebelde llega a mí mientras otra figura se recorta detrás.

Es un adulto con pantalones negros ajustados y camisa blanca, desprendida en sus botones de arriba.

-¡Lo siento!-dice-. ¡Te extrañaban!

BOY TOY #3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora