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Al momento que la puerta se abre, mi vida se despedaza.

Mi corazón se encoge al encontrarme con mamá al otro lado. Parece ser que ha transcurrido una eternidad desde la última vez que estuve aquí y no sólo unas pocas semanas.

-Cielo-murmura-. No... No te esperaba.

Su cabello está muy corto, casi rapado. Está delgada y hay dos medialunas amoratadas bajo sus ojos que hacen de sus pómulos un montón de huesos afilados y saltones.

-¿Estás bien?-me pregunta al tiempo que abre más la puerta para dejarme pasar y esboza una sonrisa fingida.

Ella nunca fue una persona muy entusiasta lo cual forjó en mí una sentimentalista manera de ser. En lugar de entrar, me arrojo a sus brazos y lloro contra su hombro. Percibo su característico perfume y miles de preguntas se atropellan en mi garganta: quién le hizo esto, cómo es que no la pudieron proteger antes, qué puedo hacer para compensarla, para alegrarla, qué necesita para volver a ser la persona de antes.

Me impacta el tacto de sus omóplatos por encima de sus hombros. Definitivamente su delgadez repentina es monstruosa.

Mis lágrimas humedecen su ropa y me aparto.

¡Estúpida, tenías que disimularlo! recuerda mi conciencia y he de darle la razón. Mi objetivo no es hacerla sentir aun peor.

Un sentimiento horrible de impotencia invade mi interior cerrándose en mi pecho y mi garganta.

-¿Cómo lo supiste?-me pregunta en tono glacial.

Aunque la aparición de Richard desde el interior de la casa responde a su incógnita: gracias a él.



La última vez que vine, Roxan era muy maternal, algo impropio de ella. Ahora resulta una persona sin tapujos, sin nada que ocultar al igual que lo venía siendo desde tiempo atrás. O en verdad, como la madre egoísta que siempre fue. Quizá su imposibilidad para mostrar lo que siente es lo que la enfermó, tan poco saludable es tragarse lo que uno siente.

Cuando el dolor compartido, se sufre menos.

Y ella jamás lo aprendió.

Estamos todos en un lindo juego de living nuevo. Con Richard sentados en un sillón de tres cuerpos mientras que ella nos observa desde uno más pequeño frente a nosotros ubicándonos con su semblante en el banco de los acusados.

-Lo siento-dice Richard.

-No te disculpes, tarde o temprano se iba a saber-mamá se lleva una huesuda mano a su rostro.

-Es tu hija, no se lo podías seguir ocultando.

-¿Cáncer de qué?-suelto una pregunta que venía conteniendo hace tiempo. La palabra se queda suspendida en los oídos de los tres provocando silencio y a su vez, aturdimiento. De ser Theo, hace rato hubiese ido al eje de la cuestión pero él ya no está aquí sino con su madre donde ha de arreglar las vacaciones de Navidad. Paris se pondrá muy feliz por volverlo a ver.

-De útero-responde ella sin más-. Se ofrecieron a sacarme los órganos que me hacen mujer pero me negué.

-¡¿Qué?!-bramo. Si le dan una solución posible al asunto, ¿por qué no tomar la difícil decisión de continuar con su vida? ¡Es una egoísta y lo seguirá siendo siempre!

Richard reposa una mano en mi hombro en un gesto de calidez.

-Calma, cielo-me pide.

-Era tarde-prosigue mamá con la mirada fija en la ventana, incapaz de mirarme a los ojos. Los suyos brillan por una capa de lágrimas que intenta contener sin mucho efecto por su parte-. La enfermedad hizo metástasis a mis pulmones. Pensaron que era neumonía, me lo estuve tratando como tal hasta que un cambo de médico dio con el diagnóstico adecuado.

BOY TOY #3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora