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Apenas salimos de mi habitación, cierro mi mano en la de Theo y lo saco corriendo de este lugar cerrando la puerta de un portazo a nuestras espaldas.

-¡Agárrate fuerte!-le digo mientras los estudiantes que nos cruzan, los evadimos o mejor dicho, se obligan a apartarse para dejarnos pasar.

-¡¿Te... volviste loca?!-me pregunta mientras bajamos las escaleras a grandes trompicones.

-¡Sí!-contesto con orgullo.

Salto el último peldaño y él no se lo ve venir. Tropieza aunque lo sostengo y sigo nuestro camino.

-¡Vas a matarnos!-asegura.

Y es un riesgo que estoy dispuesta a correr.

Ahora mismo algo mucho más fuerte que la sensatez es lo que me mueve a actuar de este modo. Trato de no escuchar las voces de mi interior que han de sugerirme conservar la cordura, sin embargo están en sintonía con lo que siento y no será tan fácil detenernos.

Las palabras de Theo han logrado conmover en mi interior una chispa de vitalidad.

Cuando salimos, soy consciente de que varias miradas se quedan fijas en nosotros pero no me importa. Por una vez, quiero hacer algo sin soportar el qué dirán de las personas ajenas a mi vida.

-¡¿Cuál es el plan?!-me pregunta Theo entre jadeos. ¿Pensará que lo voy a matar?

-¡No lo sé!-admito.

Quiero dejarme llevar por la espontaneidad y mover a un lado todos los cálculos fríos que siempre supuse para mi vida.

Porque lo más importante, los mayores riesgos pero mis mayores alegrías me lo ha dado precisamente esos acontecimientos imprevistos.

Una vez que entramos al campus, seguimos corriendo entre los caminos de concreto y las enormes parcelas de césped hasta que visualizo el estadio abierto de deporte de la IVU y la respuesta llega de inmediato. Me gusta.

Theo sigue corriendo tomado de mi mano, lo observo por encima de un hombro de a momentos y la sonrisa en su rostro es algo que no se le quita al igual que la mía. Parecemos dos niños felices con su paleta nueva, una sensación que en mucho tiempo no lograba sacar a flote.

El estadio abierto es para hacer el deporte que deseemos los estudiantes, siempre que no podamos contar con el gimnasio que cierra a las siete.

No quedan estudiantes en el área más que algunos que deciden salir a correr por la noche y se lo ve tan enfrascados en su cronómetro que apenas reparan en el hecho de que estos locos sueltos se pasean en su alrededor.

Una vez que estamos al centro del estadio, los focos reflectores nos iluminan bajo la agradable luz de luna y el clima que se encuentra delicioso.

-Llegamos-le digo a Theo.

-Definitivamente estás loca-asegura.

Y ambos nos dejamos caer a la par sobre el césped. Lo cual es una suerte que no esté mojado sino lo lamentaríamos luego.

-Me gusta cómo se siente-digo cerrando los ojos y disfrutando de la sensación de bienestar ambos descansamos de la carrera más estúpida pero feliz de nuestras vidas.

-A mi también-coincide Theo-. En verdad que el césped está asombroso.

-Me refería a tu mano-le digo mirando sus dedos que sostienen los míos.

Él se percata de esto y al principio cede su fuerza pero luego lo deja estar.

Abro los ojos y me encuentro con su mirada, con esos ojos grises llenos de luz, de dolor, de energía pero también de confusión. Lo cual delata al enunciar:

BOY TOY #3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora