¿Y si lo pierdo?

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Espero unos minutos y luego escucho el cerrojo al abrirse, mira mi rostro y de inmediato sabe que estoy mal, que la necesito, no dice nada solo abre sus brazos para mí como lo hace desde siempre y yo, esta vez, me arrojo allí, abrazándola y llorando sobre su hombro. Me acoge con amor y en silencio, y de a poco damos pasos hasta el salón.

Me deja llorar cuánto necesito como si fuera un niño, como lo hice tantas veces en mi infancia y no le permitía abrazarme, entonces se quedaba a mi lado en silencio diciéndome con su presencia que estaba allí para mi, apoyándome, dispuesta para el momento que quisiera hablar o gritar o llorar aún más y así fue año tras año esperando que yo quisiera abrirle mi corazón y contarle mi sufrimiento.

En mi adolescencia mis lágrimas se secaron y el dolor se convirtió en rabia, en resentimiento, en frustración, entonces cuando estallaba quería golpearlo todo, destruir todo a mi paso, era mi manera de demostrar cómo me sentía, cuánto me dolía, creía que de esa manera el dolor se iría de mi vida pero solo se enterraba más y más en mi corazón hasta casi dejarlo insensible.

Entonces me emborrachaba, peleaba y llegaba a casa como un demente, mi padre se incomodaba y trataba de hablar conmigo, creía que de esa manera podría hacerme cambiar pero yo no veía su interés en ayudarme porque pensaba que solo quería molestarme y regañarme, entonces mi respuesta era huir enfurecido, salía dando portazos y corría a refugiarme en las garras de Elena y ella me aseguraba que el sexo duro podría salvarme y se entregaba a mi y yo a ella, su látigo fue descargado sobre mí innumerables veces hasta hacerme olvidar por breve tiempo.

Ahora entiendo que eso realmente nunca fue satisfactorio, nunca pudo hacerme olvidar las sombras de mi vida; por eso siempre, siempre volvía a casa, a mi familia y allí estaba ella, mi madre, Grace, recibiéndome como si nada, con sus brazos abiertos, con una sonrisa, con su cariño y sus atenciones y esperando, siempre esperando en silencio hasta que yo quisiera o decidiera hablar, cosa que nunca pasaba porque yo no le permitía abrazarme y nunca me atrevía a contarle abiertamente lo que me pasaba.

He sido un estúpido egoísta porque nunca le permití ejercer a plenitud su rol de madre pero hoy todo será distinto, hoy la necesito más que nunca, hoy le permitiré ser la madre que siempre quiso y me permitiré sentir todo el amor que tiene para mí, le abriré mi corazón, porque ella es mi madre.

- Ven cariño, ven, tranquilo, todo estará bien, todo estará bien, ya lo veras.

Se sienta y descanso mi cabeza sobre su regazo, ella pasa su mano por mi espalda y acaricia mi cabello con suavidad.

- Sea lo que sea que te esté pasando pronto pasará, ya lo verás, deja de luchar contra eso y seguramente desaparecerá, déjalo ir, libera esa carga hijo.

- Madre no va a desaparecer porque lo que me pasa está dentro de mi, lo que me pasa soy yo, que soy una mierda que no vale nada, destruyo todo lo que toco.

- Por Dios hijo, no digas esas cosas, tú eres un hombre maravilloso que vale mucho, tienes a tu lado una mujer buena y muy hermosa que te ama y pronto serás padre y veras que el sol lucirá más brillante que nunca y ya nunca más te faltará la alegría, nunca más te sentirás solo.

Busco en mi bolsillo y saco la fotografía, se la entrego a Grace.

- Mírala mamá, ¿ves que hermosa era?, ¿ves su sonrisa?, ¿su alegría?, todo eso acabó cuando yo llegué a su vida, yo la destruí, yo le robé la vida.

- Hijo no entiendo de que me hablas pero estoy segura que eso no es cierto, tú eres incapaz de dañar a nadie.

- Ella era mi madre... biológica y tenía una vida feliz, con mucho dinero y mucha belleza... pero todo se arruinó cuando yo llegué a su vida. Desde entonces fue infeliz... todo se volvió tristeza y amargura, todo fue sufrimiento... tanto sufrimiento que decidió acabar con su vida-. Mi madre ahoga un gemido de dolor, yo hablo lentamente, entrecortado y tratando de pasar ese nudo que tengo en la garganta, las lágrimas brotan imparables y se desparraman por mi rostro. Mamá me escucha en silencio, sin dejar de acariciar mi espalda y mi cabello. Finalmente habla.

Christian AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora