Epílogo - Parte 1.

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Ana.

La luna de miel ha sido fantástica, los paseos en yate por la riviera francesa han sido maravillosos, contrario a lo que esperaba no me he sentido mareada ni con nauseas, estar tirada en una tumbona con una amplia sombrilla protegiéndome del sol mientras admiro el paisaje o leo un buen libro ha sido excelente. Mi marido no deja de acercarse cada diez minutos a preguntarme como me siento, se asegura de que me mantenga hidratada, que tome mi tratamiento y que me aplique protector solar en todo mi cuerpo. A cada rato me repite las recomendaciones de la dra Greene, temo que en cualquier momento decida parar para buscar una enfermera o un doctor que me vigile constantemente, es un hombre demasiado exagerado. Por más que le repito que estoy bien sigue con sus dudas y sobreprotección. 

Lo cierto es que este viaje ha sido estupendo hemos parado en pequeños pueblos a ver sus edificios antiguos, museos, castillos, calles empedradas y no he resistido la tentación de comprar pequeños obsequios para todos mis seres queridos. A pesar de lo mucho que estamos disfrutando, mañana debemos regresar, se nos terminaron las dos semanas que nos autorizó la doctora, yo me siento muy bien, quisiera quedarme unos días más pero sé que Christian no lo va a permitir. Así que debo disfrutar al máximo este día.

- ¿Cómo te sientes nena?-. Llega una vez más a chequearme.

- Estoy bien amor, pero quisiera nadar un poco-. Me mira con el ceño fruncido.

- Nena, no sé...

- Eso no me hará daño, la doctora dijo que podía nadar.

- Cierto pero se refería a una piscina, sin olas y con temperatura controlada, las olas podría hacerte daño en tu estado.

- Por favor, no seas exagerado, nada va a pasarme, ven a nadar conmigo, solo unos minutos por favor-. Le digo haciendo pucheros.

- Eres incorregible, siempre quieres salirte con la tuya. De acuerdo vamos, un rato muy corto solamente-. Me levanto de un salto y me arrojo a sus brazos, lo beso y acaricio su cabello. – Para nena, sino te llevaré al camarote en lugar arrojarnos al mar-. Lo miro con deseo, paso mi lengua por mis labios y arqueo una ceja.

- Bueno esa propuesta no me desagrada en nada-.

- A mi tampoco y es la que prefiero-. Me toma en sus brazos y se adentra al yate para hacerme el amor como solo él sabe hacerlo.

.......

De regreso a Seattle ya han mudado nuestras cosas a la nueva casa, los pequeños cambios que decidimos hacer ya están listos.

- Ven nena, vamos a la habitación, debes descansar.

- Pero no estoy cansada, prefiero algo de comer-. Me mira con los ojos muy abiertos y una gran sonrisa.

- ¿Qué?, ¿estás segura?-. Lo dice con sarcasmo. Lo miro ceñuda. - Creo que es la primera vez que te oigo decir eso. Parece que es cierto eso de que el embarazo abre el apetito-. Me río y tiro de su mano hacia la cocina, allí Gail se encuentra organizando algunos utensilios.

- Señor y señora Grey, que alegría que hayan regresado, espero que hayan disfrutado su viaje.

- Gracias Gail, si realmente lo disfrute muchísimo, pero tengo un hambre increíble, ¿tienes algo por allí?.

- Por supuesto, por favor pasen al comedor enseguida les serviré.

Después de comer me dispongo a recorrer la casa y ver como han quedado todos los espacios luego de las mejoras que ordenamos. Vamos recorriendo y de pronto al abrir una puerta mis ojos se expanden de emoción y una alegría indescriptible. Es el cuarto del bebé, aún no sabemos si será niño o niña por lo que lo han decorado unisex, las paredes blancas. La silla mecedora a un lado de la cuna blanca con barandas multicolores. Pisos de goma eva multicolores y con números y figuras geométricas.

Christian AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora