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2006

Y por fin llegó el viernes.

De todos, era su día favorito de la semana. Y no porque acabaran las clases y llegara el fin de semana, no, sino porque era el día que sabía que iba a verle.

Porque él nunca faltaba.
Y ella no pensaba hacerlo tampoco.

Para sus padres, cada viernes Áurea se quedaba con Hansel, e iban al parque, al cine, o hacían la tarea juntos.

Al principio se mostraron un poco recitentes, pero al ver que siempre estaba en casa a tiempo para cenar se relajaron y ya no ponían pega alguna.

Así que tenía un par de horas todos los viernes para gastar junto a él.

- ¡ Me voy a ver a Hans ! - gritó a todo pulmón cerrando con un portazo la entrada de la casa.

- ¡ Vuelve para cenar ! - escuchó la voz de su madre desde el interior.

- Como siempre, mamá, como siempre - susurró con una sonrisa traviesa.

Sin esperar más, se ajustó la cremallera del chaquetón hasta arriba (en invierno hacía un poco de frío) y se encaminó hacia el lugar de encuentro.

Cada día él procuraba hacer algo distinto, como si temiera aburrirle. Pero a ella le daba igual ; lo único que quería hacer era pasar tiempo a su lado.

Al fin llegó a la heladería.
Era su preferida de toda Nueva Orleans.

Se detuvo justo antes del escaparate. De alguna forma, no le hizo falta buscar a su alrededor para saber que no había llegado todavía.

De repente, sintió una sensación conocida, algo que no sabría explicar, y se dió la vuelta.

Y supo exactamente dónde mirar.

Observó cómo se bajaba elegantemente del coche, cerraba la puerta y lo bordeaba para llegar a la acera.

Áurea sonrió inconscientemente, mientras su corazón empezaba a latir algo más rápido de lo usual.

Elijah la localizó, y abrió los brazos para ella. Llevaba uno de sus típicos trajes de chaqueta ; Áurea no podía diferenciar uno de otro.

La chica soltó una carcajada, y riendo, corrió y saltó para darle un abrazo.

- Te he echado de menos - confesó en un suspiro, acomodando su cabeza en el hueco de su cuello e inspirando su olor.

El Original sonrió y envolvió con sus brazos a la joven, dejando un beso sobre su pelo.

- Sólo han sido siete días, pequeña - le recordó con voz grave.

- Siete días eternos - masculló en forma de réplica, separándose de él.

Elijah le mostró el brazo y juntos entraron en la tienda.

No tuvo que preguntar qué es lo que ella quería pedir ; se sabía sus gustos de memoria.

Áurea observó cómo realizaba el pedido, cómo la dependienta se quedaba mirándole embobada y cómo él no parecía darse cuenta, con ojos solo para ella.

Antes, el solo hecho de que la llamara "pequeña" le enfadaba. Le hacía recordar que había mucha diferencia de edad, que él era demasiado mayor para ella y que jamás la vería "de esa otra forma".

El vampiro tomó la bandeja entre sus manos y la guió hasta una mesa vacía.

- ¿ Estás bien, Áurea ? - preguntó mientras tomaban asiento, viéndola apenada.

- Sí - mintió con una sonrisa, que el Original no se tragó en absoluto.

Elijah extendió la mano hacia adelante, y acarició suavemente la suya.

Áurea bajó la cabeza escondiéndose entre sus brazos, y le agarró con las dos manos.

- Puedes contarme lo que sea, ¿ lo sabes verdad ?

La chica le miró de reojo, sin atreverse a verle de frente, como si así pudiera adivinar lo que le pasaba.

- Nada- dijo enderezándose y sacudiendo la cabeza para despejarse- No es nada.

Y aunque él sabía que no decía la verdad, no insistió.

EternityDonde viven las historias. Descúbrelo ahora