18

917 94 0
                                    


Tic, tac, tic, tac.

Los segundos pasaron y se convirtieron en horas.

Intentó no moverse mucho más de lo necesario mientras atendía a los clientes de la tienda, y se aseguró de trabajar con el aire acondicionado en marcha. Sabía que tenía que evitar ponerse a sudar a toda costa, ya que no podría volver a su casa para ducharse antes de que él llegara.

Cuando sonó la alarma de las ocho y Jake llegó para sustuir a Hans y Áurea, la joven voló hacia el baño de la parte trasera de la tienda.

Corrió el cerrojo, cerró la tapa del váter para dejar la bolsa que traía y se cambió de ropa.

Su nuevo look consistía en una blusa plateada y simples pantalones negros. Carol había tratado de convencerla de que por una vez en su vida se pusiera una falda, sugerencia que fue rápidamente rechazada. Áurea estaba demasiado cómoda con sus pantalones para sustituírlos por otra cosa. Así que la mayor se resignó y le buscó aquel conjunto, que ahora llevaba puesto.

Áurea posó frente al espejo no muy decidida de su apariencia. Mostró una sonrisa, y asintió satisfecha. Tendría que sonreír más para darle algo de calidez a su pálido rostro. Sin embargo, no tuvo que esforzarse en ello. Nada más salir del baño, le vio esperándole con aire distraído en la puerta, y una sonrisa se formó involuntariamente en los labios de la chica.

Reteniendo un suspiro, se acomodó la blusa, y caminó decidida hacia la salida, despidiéndose por el camino de sus compañeros.

Él, notando que alguien se acercaba, la busco con la mirada. Cuando sus ojos se encontraron, esbozó una diminuta sonrisa, y enderezó su postura. Esperó hasta que estuvo a su lado para saludarla.

- Buenas noches - sonrió ampliamente, abriéndole la puerta del coche - ¿ lista ?

Áurea se sonrojó por el gesto, pero asintió sonriente y se sentó de un saltito en el asiento del coopiloto. Se ajustó el cinturón, y soltando un silbido admiró el interior del vehículo. Por dentro era tan lujoso como por fuera.

- Bonito coche - comentó mientras lo arrancaba y se ponían en marcha.

Él dió unos golpecitos cariñosos sobre el volante.

- Es mi pequeño capricho.

Áurea soltó una carcajada.

- Ya quisiera yo poder darme un capricho así... - hizo una pausa y re-dirigió la conversación, temiendo incomodarle - Bueno, mientras no le pongas nombre...

- Estuve pensando en uno durante un tiempo- admitió con seriedad - Pero desisití.

- ¿ Por qué ? - quiso saber, reteniendo unas risas.

- Ninguno era demasiaso bueno - confesó encogiéndose de hombros, indiferente.

Los dos se miraron de reojo, ocultando una sonrisa, y no fue hasta después de unos segundos que dejaron escapar las carcajadas.

-Me habías asustado - le reprochó ella divertida - por un momento pensé que lo decías en serio.

Él la miró con una sonrisa una última vez antes de devolver la atención a la carretera. Solo entonces Áurea se dió cuenta que estaban saliendo de la ciudad.

- ¿ A dónde vamos ? - preguntó confundida, inclinándose sobre el cristal delantero para inspeccionar la ruta que seguían.

- A un restaurante en las afueras - contestó tranquilamente.

Ella asintió, pero no pudo evitar ponerse nerviosa. Al fin y al cabo, viajaba con un desconocido. ¿ Y si era así como desaparecían las chicas de las noticias ?

Él, percatándose de su nerviosismo, soltó la mano derecha del volante y cogió la suya para darle un suave apretón.

- Solo serán diez minutos más, te lo prometo- le aseguró mirándola fijamente, y Áurea se relajó ante su mirada.

Apenas lo conocía, y no tenía porqué, pero confiaba plenamente en él. Sabía que no le haría daño.

EternityDonde viven las historias. Descúbrelo ahora