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El timbre sonó con fuerza por sexta vez en el día, anunciando el final de las clases.

Los alumnos se apegotonaron en el pasillo que conducía a las escaleras, y poco a poco, con una lentitud exasperante, comenzaron a bajar los escalones.

Casi al final de ellos el bullicio se iba esparciendo, cada alumno saliendo disparado para un lado diferente.

Áurea iba riendo con Hans y Lilian, con la mochila colgada sobre un solo hombro y una mano sujetando la parte delantera de su cabello.

- Madre mía - susurró su amiga, mordiéndose el labio.

- ¿ Qué pasa ? - preguntó Hans confundido.

- Chico a las tres en punto - informó, y disimuladamente (o no tan disimulados, ya que Hans y ella miraron a la vez)Áurea se giró para observar al desconocido.

Pero resulta que no era un desconocido.

Los ojos de Kol se cruzaron con los de ella, y Áurea se esforzó por no detener su paso al verle.

Sonrió tímidamente y saludó.

- ¿ Le conoces ? - preguntó Lil con la boca abierta, muerta de envidia.

- Kol Mikaelson. Es... un amigo- explicó soltando una risilla.

- Amigo... ya - masculló Lilian, cruzándose de brazos.

- ¡ Nos vemos luego ! - se despidió Áurea echando a caminar a paso rápido hacia el recién llegado.

- ¡ Hasta mañana ! - gritaron Hansel y Lil en respuesta, observando cómo llegaba hasta él.

Kol tenía ambas manos metidas en los bolsillos de la chaqueta negra de piel. Y no porque hiciera frío, pero era una costumbre que había adquirido con el paso de los siglos. Y era una postura que a Áurea le parecía fascinante.

- Hola - saludó alegremente llegando hasta él y acomodándose a su lado sobre el capó del todoterreno.

- Hola - respondió él sonriendo levemente, mientras miraba hacia el frente y veía cómo se alejaban sus amigos.

- No esperaba una visita tuya - comentó Áurea, observando de reojo cómo Kol daba otra calada al cigarillo.

- Me pareció que te gustaría la sorpresa- se encogió de hombros indiferente.

- Y me gusta - se atrevió a decir, aunque con las mejillas algo más coloradas de lo normal.

Kol dejó de mirar el aparcamiento para clavar la vista sobre sus ojos, gratamente sorprendido por su juguetona respuesta.

- Me alegra oír eso.

Dicho aquello, soltó el cigarillo, dejándole caer al suelo, y lo aplastó bajo una de sus botas.

Después rodeó la parte delantera del coche para llegar al asiento del conductor, y abrió la puerta mientras que con un gesto invitaba a Áurea a subirse al coche.

- Vámonos de aquí.

EternityDonde viven las historias. Descúbrelo ahora