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Las dotes de peluquería de Lilian eran, en verdad, verdaderamente admirables.

En solo media hora, había re-inventado el pelo de Áurea. Ahora, en vez de sus californianas habituales, tenía el pelo de su color natural, un castaño cobrizo, y Lil le había puesto mechones de color rojo oscuro que le quedaban de escándalo.

- Un mes - le informó su amiga terminando de peinarle frente al espejo - Un mes y tendré que ponerte el tinte de nuevo, si quieres conservar tu pelo de esa forma.

- De acuerdo - ella se memorizó la fecha, y mientras que su compañera guardaba las cosas preguntó - ¿ Por qué te lo cambias tanto Lilian ? Tienes un rubio muy bonito.

La joven le devolvió la mirada a través del espejo, y ambas salieron del baño.

- No es que no me guste mi pelo, simplemente me parece aburrido ir siempre igual. Verme igual. Por eso intento vestir con estilos diferentes y colores de pelo diferentes. Me gusta hacer cambios.

Y Áurea estaba allí para confirmarlo. Porque sí, todos sabían que Lilian cambiaba más de peinado y de ropa que de novio, y eso que había tenido muchos.

Áurea le pasó su bolso negro con "clavos" , y la acompañó hasta la puerta.

- ¿ Seguro que no quieres quedarte un rato ?

- Ya tengo planes - contestó alzando las cejas de forma picarona.

Áurea rodó los ojos, acostumbrada a esa respuesta, y ambas soltaron una carcajada.

- Nos vemos el lunes, Lil - se despidió Áurea, cerrando la puerta tras ver cómo se iba.

Una vez sola, revisó habitación por habitación la casa, buscando a su hermana. Entró a su dormitorio, y vió que la cama estaba hecha y sin una sola arruga. Parecía que Carol no había pasado allí la noche.

El timbre sonó, y Áurea se apresuró a abrir la puerta, pensando que propablemente Lilian se había dejado algo o que su hermana volvía de quien sabía donde.

Pero no, ninguna persona le esperaba al otro lado. En su lugar, un sobre descansaba en lo alto de la alfombrilla para los pies de la entrada. Áurea miró a izquierda y derecha, confundida de que el cartero no se la hubiera entregado en mano, pero lo recogió de todas formas y regresó al interior del piso.

Por la parte de atrás se hallaban todos sus datos, como era de esperar. Áurea no reconoció la letra del emisor.

Sin poder aguantar la curiosidad más, rasgó la parte superior del sobre de mala manera y sacó el contenido. Abrió la hoja, y sobre ella, escrita con letra curvada y elegante, podían leerse siete palabras.

Siete palabras que hicieron que su memoria saltara tiempo atrás, a momentos casi olvidados más felices. Siete palabras que hicieron que sus ojos se abrieran por la sorpresa. Siete palabras que hicieron que su corazón comenzara a latir de forma acelerada.

Te hice una promesa ; nunca te dejaría.

Y al otro lado del folio :

Webmister Park, hoy a las 17:00. Sabes como reconocerme.

(...)

Pasaron años.

Áurea lo logró.

Logró rehacer su vida, aunque le había costado más de lo que realmente quería admitir. Él le había hecho más daño del que quería recordar.

EternityDonde viven las historias. Descúbrelo ahora