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Kol y Elijah estaban solos en casa.

Las primeras horas del día habían sido muy incómodas.

Habían guardado la compostura delante de sus hermanos, si bien no dejaron la tensión y su mirada de odio en ningún instante.

Después de la comida, tanto Niklaus como Rebekah salieron de la casa, y ambos pudieron dejar de actuar con falsedad.

Cada uno había corrido a encerrarse en su habitación, y no habían cruzado ni una sola palabra.

Si por casualidad alguno de los dos necesitaba salir de sus respectivos dormitorios para coger alguna cosa o ir al baño, lo hacía lo más rápidamente posible, evitando a toda costa establecer contacto.

Ninguno de los dos querían una segunda pelea innecesaria, especialmente ahora que estaban solos y podían usar toda su fuerza, así que trataban de alejarse lo máximo posible, sabiendo que con cualquier chispa la llama se encendería.

El timbre sonó, y los dos vampiros reconocieron los latidos del corazón de Áurea al otro lado de la puerta.

Y los dos salieron de la habitación, encontrándose en el pasillo. Después se inició un forcejeo en carrera escaleras abajo para abrir la puerta primero.

Elijah resultó victorioso, y abrió el portón triunfante.

Kol se limitó a asomar la cabeza sobre su hombro.

- Buenas tardes, Áurea - saludó Elijah formalmente, con una voz grave que a ella le pareció atrayente como la miel a las abejas.

- Hola, 'Lijah - le correspió con las mejillas sonrosadas - ¿ Está Kol ?

- Sí, aquí - saludó desde atrás, y Elijah la dejó pasar resignado.

- ¿ Puedo hablar contigo ? - preguntó nerviosa, sintiendo la tensión entre ambos hermanos.

- Claro - sonrió el menor de forma traviesa.

Kol y Áurea miraron a Elijah, esperando.

- ¿ Nos das un minuto, hermanito ? - espetó Kol al ver que no se movía.

Áurea se vió obligada a suavizar la orden.

- No tardaremos mucho, prometido.

El Original asintió con la cabeza, seco, y salió elegantemente del vestíbulo hacia la cocina.

Áurea suspiró, y se miró las manos sin saber como empezar.

- Kol, yo...

- Déjalo, Áurea - le interrumpió él - me imagino lo que vas a decir.

La joven humana se sintió terriblemente mal. ¿ Quien era ella para hacerle ese daño ? ¿ Para interponerse entre dos hermanos ?

- Yo... he estado enamorada de él desde que era una niña, Kol... simplemente no puedo hacer que esos sentimientos desaparezcan, y aunque tú también me gustas - admitió - no sería justo hacerte pasar por una relación en la que yo siempre preferiré a tu hermano.

Elijah sonrió victorioso, mientras que el brujo tragó saliva. Oírlo de ella era mil veces peor que saberlo en su interior.

- Por favor, no me odies - le suplicó, preocupada.

- No lo hago. Pero necesito... estar lejos de ti - concluyó dolido.

Áurea ni siquiera se paró a pensar en la rapidez con la que Kol había desaparecido. Estaba demasiado ocupada echándose la bronca a sí misma.

Al notar que su respiración se aceleraba, el mayor de los Mikaelson entró en el vestíbulo de nuevo.

Y en cuanto ella le vió, no pudo evitar echar a llorar y correr hacia él en busca de consuelo.

Elijah la envolvió en su pecho, y esperó a que sus lágrimas se acabaran.

- Soy un asco de persona - masculló ella sollozando.

- No, cielo, no lo eres - sonrió él con tristeza, besando su pelo.

El silencio reinó por unos instantes, y finalmente, el llanto de la joven cesó.

Áurea levantó la cabeza al oírle hablar.

- Siento haberte hecho pasar por todo esto. Parece que no te pongo las cosas fáciles.

Áurea sonrió levemente, y alzó una mano para acariciar su mejilla.

- Solo no vuelvas a dejarme nunca más - le pidió dándole un pequeño beso en los labios - puedo manejar cualquier cosa, pero no soportaría volver a perderte.

Y Elijah se asustó.

Porque sabía que tarde o temprano ella se enteraría de lo que él era.

Y entonces, sería ella la que lo dejaría a él.

Y estaba seguro de que tampoco podría soportarlo.

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