Y su promesa se cumplió.
A los diez minutos justos, tomaron una desviación de la carretera que anunciaba la situación del restaurante.Áurea leyó el nombre escrito en letra reflectante sobre él ; Noir Chocolat.
La joven se dijo a sí misma que debía de haber visto mal. Le miró de reojo. Conducía un coche caro, sí, pero de ahí a ir al restaurante de cinco estrellas más famoso de toda Nueva Orleans...
Atravesaron el enorme camino de la entrada hasta que la carretera se ensanchó y acabó en un enorme parking frente a la entrada.
Áurea no pudo resistirse, y sin esperar siquiera a que apagara el motor, se quitó el cinturón y bajó del coche.
Soltó una exclamación admirada al ver los demás automóviles aparcados a su alrededor. Pasó la mirada de un mercedes de alta gama a otro, se detuvo para admirar el lamborgini y pasó la mano por encima del capó del clásico ferrari rojo.
Los pasos de él se escuchaban moverse sobre el asfalto por detrás de ella, vigilando todos sus movimientos con una sonrisa estampada en la cara.
- Otro día podemos ir a ver coches, si quieres - rió al ver su ilusión y Áurea se volvió hacia él con las mejillas sonrojadas.
No dijo nada más, y se agarró al brazo que le ofrecía para caminar a su lado hacia la recepción.
Ella echó la cabeza hacia atrás para admirar el edificio, y se detuvo sobre el nombre del restaurante pintado en un fondo granate, con letras doradas.
- Noir Chocolat - suspiró en voz alta, ganándose una mirada interrogatoria por su parte - Siempre he soñado con venir aquí.
Y él la había traído a aquel lugar precisamente por eso. Había hecho su tarea de investigación.
- Bueno - habló mientras le abría la puerta y la dejaba pasar - pues parece que tu sueño se cumple hoy.
El salón principal era enorme, y estaba lleno de mesas circulares repartidas por el centro de la sala. A los lados se situaban aquellas con forma cuadrada, para reuniones menos numerosas.
Lámparas de cristal de estilo antiguo colgaban aquí y allá en el techo, el suelo estaba cubierto por alfombras rojas y en las paredes colgaban algún que otro tapiz.
En una esquina del salón se encontraba un enorme y reluciente piano de cola, en color negro. El músico tocaba una melodía lenta y tranquila, aportando al ambiente un agradable toque de relax.
- Lo siento, no tenemos más mesas para esta noche - Áurea devolvió la atención al empleado de la entrada que se encargaba de asignar las mesas, y que parecía estar discutiendo con una pareja.
- ¿ Cómo puede ser eso posible ? - se indignó el señor- puedo ver mesas libres desde aquí.
- Están reservadas, caballero- contestó el hombre, desviando la mirada hacia los recién llegados. Entonces, una sonrisa se extendió por su rostro y los ojos parecieron refulgir de alegría cuando exclamó- ¡ Señor Mikaelson !
- Buenas noches, Alexander - le saludó el mencionado, divertido por su evidente entusiasmo.
Áurea los miró sucesivamente. Era obvio que ya se conocían. Y eso significaba que su acompañante solía ir allí.
- Su mesa ya está preparada, señor. Si son tan amables de seguirme - señaló con un suave gesto de la mano.
Sin embargo, él se quedó mirando hacia el matrimonio que había llegado antes que ellos, y que mascullaban por lo bajo que a diferencia de los recién llegados, no tuvieran sitio.
- ¿ Quieren que compartamos la mesa ?
Los desconocidos se miraron entre sí sorprendidos, con la esperanza visible en los ojos, pero declinaron la oferta por compromiso, ya que no querían fastidiarles la velada.
- Oh, no, iremos a otro sitio, no se preocupen.
- Hay sitio suficiente para los cuatro - insistió, desviando su mirada hacia Áurea para ver si estaba de acuerdo. Ella asintió sonriente, y finalmente, tras muchos agradecimientos, todos siguieron al recepcionista hacia el centro del salón.
- Eso ha sido muy amable por tu parte - susurró Áurea tomándole del brazo. Él clavó la vista en ambas personas, que caminaban por delante de ellos, y se encogió de hombros modestamente.
- Es lo que habría hecho cualquiera.
Áurea esperó a que el camarero entregara la carta para inclinarse sobre su asiento hacia él y reponder :
- Los dos sabemos que eso no es cierto.
La sonrisa de uno contagió al otro, y aún con ella en el rostro centraron su atención en el menú.
En cualquier otra circunstancia, Kol Mikaelson nunca habría compartido una mesa con unos simples humanos desconocidos. Pero la curiosidad por conocer a la chica de su hermano se estaba convertiendo en algo más personal... y no estaba seguro de qué hacía por Elijah y qué para sí mismo.
- ¿ Sabes ya qué vas a tomar ?- le preguntó él tras un rato, cerrando su carta al haberse decidido.
Ella negó con la cabeza y apartó la vista de los desorbitantes precios.
- Esto es demasiado caro, me sentiría mal si lo pagaras tú todo. Prométeme que lo haremos a medias - le pidió, a pesar de las dificultades económicas por las que ella y su hermana estaban pasando.
- ¿ Qué clase de caballero sería si te dejara hacerlo ? - ella abrió la boca para protestar, pero él se le adelantó y le habló con tono conciliador - Olvídalo, Áurea, déjalo estar por una noche, ¿ sí ?
La chica suspiró aceptando la derrota, y asintió con la cabeza.
- Entonces pediré lo mismo que tú.
Tras ordenar el pedido, mientras esperaban, lo miró fijamente, pensativa, hasta que él se dió cuenta y decidió preguntar lo que llevaba dándole vueltas durante aquellos minutos.
- ¿ Cómo sabes mi nombre ? No recuerdo haberme presentado.
Él sonrió avergonzado y evadió su mirada, observando el mantel blanco de la mesa. Había sido descuidado ; se suponía que acababan de conocerse, que él no sabía casi nada sobre ella.
- Tengo mis contactos.
- Vamos, hombre misterioso - bromeó divertida.
Él rodó los ojos y lo dijo tan rápido que la chica casi no pudo entenderle.
- Se lo pregunté a tu compañero de trabajo, a ese tal Hansel.
Áurea rió ante su actitud, semejante a la de un niño que hace una jugarreta y es descubierto, y acarició su antebrazo con delicadeza.
- No me molesta. Pero... yo no sé quien eres.
Él levantó la cabeza, y esta vez fue su turno para estallar en carcajadas.
- ¿ Por qué no me lo has preguntado antes ?
- Me daba verguenza - admitió ella uniéndose a su risa.
- Así que aceptaste una cita con un anónimo...
- Bueno, esperaba que él se presentara en algún momento...
Él le tendió la mano en un gesto burlón, y tras pensar en lo brillantes que se veían sus ojos claros dijo :
- Kol Mikaelson.
Ella rió felizmente y la estrechó con firmeza, siguiéndole el juego.
- Áurea Monet.
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Eternity
VampireHas vivido toda una vida. Ahora tienes la oportunidad de vivir miles. [Somos las criaturas que aparecieron en tus pesadillas una vez] GANADORA CONCURSO SINSAJO 16