26

783 68 0
                                    


Desde que era una niña pequeña siempre había tenido prisa por crecer.

Parecía divertido ser adulto ; tener un coche, una casa, un piso independiente de tus padres, ganar tu propio dinero...

Sin embargo, ahora que ya lo era, Áurea se había dado cuenta de que sus mejores años, los que más había disfrutado, habían sido los de su adolescencia. Catorce o quince años. Esa era una buena vida.

Ahora lo daría todo por ver a sus padres, y todo lo que ganaba tenía que invertirlo en pagar facturas y cosas para la casa o comida, hasta el punto que apenas le quedaban unos cuantos euros para sus necesidades individuales.

La presentación de los alumnos de segundo de carrera era a las once en punto. Tenían suerte, porque los de tercero y cuarto habían tenido que levantarse mucho más temprano. En cambio, a los de primero, a los novatos, aún les quedaba otra hora de sueño para recuperarse de la resaca de la noche pasada.

Áurea se frotó los ojos mientras subía las escaleras del auditorio.

Había sido más difícil de lo que pensaba resistir a toda la típica charla de bienvenida. Más de una vez había tenido que taparse la boca con la mano para reprimir un par de bostezos.

Áurea llegó al segundo piso y subió subiendo.

Óptica compartía el ala de la universidad con Farmacia, y como siempre eran menos, les metían en lo alto del edificio, al final de las interminables escaleras, mientras que ellos se quedaban en las mejores clases de la planta principal.
Un asco, sí, pero es lo que había.

Con la respiración fatigada y algo cansada, llegó hasta la cuarta planta y se ajustó la maleta antes de seguir andando por el pasillo.

Ya sabía la clase que le tocaría a primera hora la mayoría de los días, y estaba justo al final del corredor, a mano izquierda.

Cuando entró en clase descubrió que, a pesar de haber llegado temprano, no era ni de lejos la primera en llegar.

La sala estaba repleta, y por repleta quería decir que allí estaban ya los veinte alumnos que estaban apuntados a esa carrera de su generación, exceptuando a un par de repetidores.

Algunos estaban de pie en forma de corro o círculo, otros estaban sentados sobre las mesas y repantigados sobre las sillas, apoyados en las paredes, tirados en el suelo...

El timbre sonó, y como siempre, Lilian entró en la última.

Áurea la miró sorprendida. Esta vez llevaba el pelo de color violeta.

- ¿ Te gusta ? - le preguntó emocionada mientras se sentaba a su lado.

- Sí, aunque mi preferido era el azul - admitió con una pequeña sonrisa.

Ella se encogió de hombros.

- Me gusta ir cambiando. Se te están quitando las mechas, ¿ quieres que te las vuelva a hacer algún día ?

Áurea la vió tan entusiasta que no pudo decirle que no. Su compañera tenía una especie de hobby, ser peluquera. Cualquiera que hubiera tenido mechas o el pelo de colores de toda la universidad había pasado por sus manos.
Y era genial, porque encima lo hacía gratis.

- Claro, cuando quieras.

- Genial, ¿ tienes algo que hacer este finde ? - le preguntó abriendo la agenda por el calendario.

- No.

- Bien, ¿ el sábado a las cinco ?

- Vale - confirmó Áurea, y ella anotó en la hoja la quedada. Lil era así ; le gustaba tener todo perfectamente organizado.

Finalmente, entró el profesor que ese año tendrían todos los jueves a primera hora.

- Buenos días - saludó, sentándose encima del escritorio del profesorado - ya todos me conoceis, por si a alguno se le ha reseteado la memoria en las vacaciones mi nombre es Kyle Lockard y os daré la asignatura de Prácticas de Laboratorio. Espero que este año no me voleis cosas por los aires - sonrió, y los responsables de aquello se rieron desde la última fila.

El señor Lockard tenía un humor extraño. Era muy estricto (a veces hasta daba miedo) aunque a menudo bromeaba. Uno nunca sabía si en realidad era una broma o estaba hablando en serio.

- Ya os han dado la charla de presentación, yo solo tengo que daros vuestro horario y lista de profesores - concluyó abriendo su maletín y sacando un taco de hojas.
Fue repartiéndolas de dos en dos por toda la clase, hasta que todos los alumnos tuvieron una hoja como la que él tenía entre sus manos.

Áurea soltó un suspiro.

Mientras estaba en secundaria, e incluso en bachillerato, siempre se había mentalizado los días más "divertidos". Ya sabeis, esos en los que tenía una hora de gimnasia, francés u otra asignatura "poco importante".

Sin embargo, ahora al ver su horario, todos los días eran igual de cansinos y fuertes ; Matemáticas, física, química, prácticas de laboratorio, anatomía humana, biología... las mismas asignaturas mezcladas en distinto orden.

El profesor repasó con ellos el horario, nombró a una profesora nueva y nos deseó suerte antes de dejarnos marchar.

- Amo que solo haya que venir una hora el primer día - comentó Lilian acompañándola hasta la parada del bus, que llegó en aquel momento.

Áurea esperó a que las puertas se abrieran con un chirrido y subió de una zancada, dejando las monedas para pagar la entrada en la mano del conductor.

Antes de que se cerraran, se dió la vuelta y se despidió de la chica.

- Bueno, nos vemos mañana - sonrió.

- Sí, hasta entonces. Me voy a dormir - bostezó diciendo adiós con la mano.

Áurea sonrió, y la observó caminar sentada desde el asiento trasero del autobús, hasta que éste dobló la esquina y la perdió de vista.

EternityDonde viven las historias. Descúbrelo ahora