27

803 83 9
                                    


La cara de dormidos que tenían era impresionante.

Estaban para una foto.

No había un solo alumno que se mantuviera erguido sobre su silla, con los ojos bien abiertos y la mente despierta.
Al contrario. Estaban todos medio dormidos, tirados sobre los pupitres y con la cabeza apoyada entre las manos.

Física era la peor clase del día. Y como era de esperar, las explicaciones del profesor entraban por un oído y salían por el otro. Con igual de rapidez.

Por supuesto, todas las sillas no estaban ocupadas. De los aproximadamente treinta que habían en la carrera de Óptica y Optimetría, diez de los asientos estaban libres, probablemente porque algunos habían desistido en intentar levantarse y se habían quedado durmiendo.

Áurea miró al hueco de su izquierda. Lilian era una de esos diez.

Cogió el boli negro perezosamente con una mano, y con aire distraído comenzó a remarcar los cuadritos del margen de su cuaderno.

Ahora mismo todo estaba bastante tranquilo, pero sabía que después vendrían los agobios.

Además, era el primer día oficial de clases. Ya se lo tomaría más en serio la semana que viene.
Al menos la grabadora atendía en su lugar.

Preguntó la hora al chico de detrás por sexta vez ; Las dos y veinte.

Abrió la agenda y comprobó el horario. Rodó los ojos al ver que, aunque la clase se acabara en cinco minutos, se alargaría otros cuarenta y cinco más. Los viernes tenían doble sesión, al parecer.
Apostaría lo que fuera a que los exámenes serían en aquellas horas.

El profesor no quiso dejarles ni cinco minutos de descanso, para que bostezaran, mascullaran, y estiraran los brazos antes de ponerse de nuevo las pilas.
Continuó con la lección, escribiendo nuevos ejercicios en la pizarra.

Áurea miró a su alrededor y se preguntó si habría alguien que realmente estuviera copiando todas las cosas que ponía en la pizarra.

Una canción de rock sonó a todo volumen entre el completo silencio.

Todos se volvieron, uno a uno, hacia ella, y Áurea saltó de su asiento al percatarse de que era su tono de llamada.

Echando la mano a la bandolera, bajó el volumen, pero desde la tarima el profesor la estaba mirando ya con cara de pocos amigos.

Sin decir una palabra, señaló la puerta, y Áurea se levantó sin protestar y salió resignada.

Cerró la puerta con un suspiro, y al ver que la llamada estaba aún en espera, pulsó el botón verde para contestar.

- Seas quien seas has muerto para mi - siseó caminando por el pasillo.

- Cariño, yo ya estoy muerto - bromeó la voz del otro lado de la línea, sonado divertida.

Los pies de Áurea se detuvieron en medio de las escaleras.

Confundida, separó el móvil de su oreja y revisó el número de teléfono. Desconocido.

- ¿ Kol ? - quiso asegurarse.

- ¿ Quien si no ? Bueno, ¿ se puede saber por qué quieres acabar conmigo ?

Áurea sonrió, y siguió bajando los escalones.

- Me han echado de clase por tu culpa.

- Deberías de darme las gracias, así tienes tiempo libre para salir a comer - dejó caer de forma casual.

- ¿ Me estás pidiendo una segunda cita ? - rió ella, mordiéndose el labio de forma nerviosa.

- Sal de la uni. Estoy aparcado fuera.

(...)

Kol la miró con una sonrisa.
Estaba realmente preciosa con ese mono verde.

Ella parloteaba sin cesar, contándole entusiasmada sobre esto y aquello, pero en lo único en lo que él se podía concentrar era en sus gestos y su deslumbrante sonrisa.

Miles de veces se había preguntado como es que sus hermanos habían encontrado a alguien que, según ellos, merecía la pena.

Incluso él mismo había creído encontrar a su compañera, Davina Claire, unos años atrás. Pero al final, cuando los enemigos llegaban y había que escoger bando, todos acababan decepcionándole.

Sin embargo, viendo a la chica de diecinueve años que tenía delante, descubrió una cosa ; que algunos humanos, esas personas a las que tanto había despreciado, sí que merecían la pena.

- ¡ Kol ! - le llamó la atención deteniéndose, mosqueada pero divertida.

- Perdona, no te estaba escuchando - reaccionó con una sonrisilla culpable.

- No hace falta que lo jures - bromeó ella - Sé que puedo ser un poco... pesada, solo tienes que pedirme que me calle.

Él simplemente volvió a mostrar una sonrisa ladeada, y apartó un mechón de pelo que se había escurrido sobre su rostro.

- Lo que te decía - reanudó la conversación, de forma acelerada - ¿ crees que después de todo podré acabar con...

- Áurea - la llamó dulcemente, y ella le miró con ojos interrogantes - Cállate, cariño.

La chica bajó los ojos, sonrojada. Era algo que solía hacer cuando se ponía nerviosa ; no dejar de hablar.

Cuando volvió a subir la mirada, Kol estaba demasiado cerca.

Áurea lo miró confundida, y comprobó cómo él examinaba cada detalle de su rostro con total libertad.

Una de sus manos, la derecha, subió acariciando su mejilla, mientras daba otro pequeño paso hacia delante.

Su respiración se volvió acelerada, y solo entonces Áurea entendió lo que estaba pasando. Y entonces, de forma automática, mientras él se acercaba, cerró los ojos y entreabrió los labios.

Y a punto estaban de tocarse cuando...

- ¡ KOL MIKAELSON !

EternityDonde viven las historias. Descúbrelo ahora