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Elijah Mikaelson no podía describir un olor comparable con el suyo.

Normalmente, la sangre tenía un olor penetrante, fuerte, una mezcla que se mantenía en el olfato durante un buen rato después de dejar de estar en contacto con la misma.

Y sí, la sangre de Áurea cumplía todo aquello con creces. Era un olor embriagador... y estar tan cerca de ella no ayudaba en absoluto.

Con su espalda recostada contra su pecho, el Original podía escuchar como, impulsada por el corazón, recorría los vasos sanguíneos de su cuerpo.

Escuchaba cada bombeo, cada latido con más fuerza que el anterior.

Hasta que ya no fue capaz de soportarlo más y se separó con brusquedad de la joven, obligándose a sí mismo a moverse hacia el otro extremo de la habitación.

- Lo siento - dijo ella con un halo de tristeza, sabiendo lo que estaba pasando.

- No tienes la culpa de nada, pequeña - contestó con los ojos cerrados.

- Puedes aguantar, Elijah, solo un poco más. Ya hemos pasado por esto antes - le animó.

- En aquella ocasión no estaba encerrado contigo - abrió los ojos para mirarla fijamente - No puedo aguantar eternamente, Áurea.

La joven bajó la mirada al suelo.

Elijah la quería, la amaba. Podía verlo en sus ojos. ¿ Pero cuánto tiempo sería capaz de resistir a su propia naturaleza ?

- Bebe - se decidió poniéndose en pie y acercándose a él - toma mi sangre.

Elijah retrocedió alzando las manos.

- No te acerques - advirtió, tratando de bloquear el olor embriagador que entraba por sus fosas nasales.

- Tú lo has dicho, Elijah. No podemos estar así siempre - continuó, tomándole de la mano y mirándole a los ojos - toma de mi sangre, lo suficiente para sobrevivir.

El Original la observó, debatiéndose internamente.

- No sé si seré capaz de detenerme - confesó con sinceridad, asustado de él mismo.

- Confío en ti.

Elijah suspiró.

- Te amo - le dijo mirándola a los ojos y colocando una de sus manos bajo su mejilla.

Áurea supo lo que era aquello. Una posible despedida.

Supo todo lo que quería decirle. Que a pesar de lo que pasara, a pesar de que si en el peor caso no pudiera controlarse, jamás habría querido hacerle daño. Que la amaba. Que quería protegerla por encima de todo. Que lo lamentaba.

Y respondió de la misma forma, besándolo con todo el amor que sentía hacia él.

- Yo también te amo - contestó, ladeando su cuello.

Elijah tragó saliva, metiendo la cabeza en él, y Áurea se mordió el labio.

La humana soltó un pequeño grito de dolor cuando sus colmillos perforaron su piel, y cerró los ojos con fuerza al sentir cómo él succionaba la herida.

Elijah no dejó de acariciar su mano, sabiendo que probablemente estaría sufriendo.

Comenzó a beber de ella, tratando de no concentrarse en su olor y su sabor.

Pero oh, era la sangre más pura y limpia que jamás había probado.

Cuando sintió que estaba perdiendo el control, trató de separarse. Pero una parte de él no le dejó, y succionó con aún más fuerza que antes.

Áurea adivinó su lucha interna.

- 'Lijah, ya está - trató de alejarse, pero rápidamente sus manos aprisionaron su cuerpo.

El Original sintió cómo la energía volvía a sus extremedidades, y solo quería más y más.

Su mente olvidó quién era la chica que estaba desangrándose entre sus brazos, olvidó sus brillantes ojos verdes y su tímida sonrisa.

Áurea cerró los ojos, sabiendo que no podía hacer nada para evitar su final.

Mentalmente, se despidió se Mark, de Lilian, de Hansel, de Caroline. Se despidió de las carreras de las mañanas, de los helados de chocolate, de los capuchinos en la merienda. De la fotografía, del sol, de cómo sus rayos templaban su piel. Del sonido de las olas, del color del mar. De la brisa, de las gaviotas volando por el cielo. De su futura carrera, de su pasado. De la vida que con Elijah podría haber tenido.

Cerró los ojos.

Y se consoló con saber que, al menos, moriría estando en sus brazos.

EternityDonde viven las historias. Descúbrelo ahora