Anécdota 39

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Anécdota Anónima

Resulta que hace unos días estaba con un dolor de estómago horrible. Para mi buena o mala suerte, ese día mis padres y mi hermano tenían que salir; me despedí de ellos con un beso y los dejé en la puerta de la casa para poder cerrar con llave.

Iba entrando cuando miré hacia la casa de mis vecinos... los cuales tiene un hijo de veintidós muy guapo, que se encontraba mirando por una ventana del segundo piso. Todo normal, sin contar que soy una chica de quince años con hormonas alborotadas que se emociona cada vez que ve a su vecino.

 Todo normal, sin contar que soy una chica de quince años con hormonas alborotadas que se emociona cada vez que ve a su vecino

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(Lamentablemente esto no es una novela; él no me da mi bola)

En fin... me dieron unos dolores horribles en el estómago que me llevaron directamente al baño. Cabe mencionar que los baños de las casas son contiguos, por lo que cuando me senté, escuché el agua correr del baño de mi vecino... obviamente traté de no hacer tanto ruido. Pero bueno, era tanto el dolor que ya se imaginarán. ¡Sonó más fuerte que una bomba! Ok, exagero, pero sí sonó muy fuerte.

Tenía toda la fe de que no me escuchara. Y entonces... mi vecino se echó a reír.

Como resultado, mi guapo vecino de veintidós años me escuchó mientras hacía del número tres

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Como resultado, mi guapo vecino de veintidós años me escuchó mientras hacía del número tres.

¿Lo peor? Cuando me lo encuentro con él, se larga a reír. Igual... ni me importa...

 ni me importa

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