Anécdota de @Marlpe292
Hace poco, para ser exactos, el jueves, nuestro querido Andrés decidió acompañarme en mi clase de Historia mientras platicaba y reía con mis amigas.
Lo único que podía pensar era... por favor, dejen de hacerme reír, estúpidas. Sentía que un tsunami rojizo salía de mi interior. Hasta que por fin dieron el toque para salir al receso, y como es de ley preguntarle a mi mejor amiga:
—Diana, ¿estoy manchada?
Echó una discreta mirada a donde la espalda pierde su casto nombre.
—No, estás bien.
Pero al dar el primero paso, sentí que algo recorría mis muslos.
—¡Diana!
Ella pegó un brincó y me miró en busca de explicaciones.
—¿Ahora estoy manchada?
Lo negó un tanto extrañada.
—¿Estás bien?
—No, siento que se me está saliendo hasta el alma.
Así que corrí como pingüino hacia el baño. Al entrar me di cuenta de que, efectivamente, estaba manchada. Una gran huella roja cubría mi short blanco por delante. Sí, blanco. Por suerte, la sangre todavía no llegaba a la falda, así que hice todo lo posible por mantenerlo así. Puse mucho papel de baño donde era necesario y bajé mi blusa lo suficiente para cubrirme la falda, en caso de que sucediera otro desastre.
En fin... llegó la última clase; estaba casi salvada. Cuando fue hora de levantarme, sentí que algo liviano cayó de mi falda.
Y... oh no, Dios mío. No.
Un trozo de papel manchado se había desprendido de su lugar. Hasta el suelo. En medio de todos.
De inmediato lo pisé y miré a todos lados en busca de testigos. Todo marchaba bien. Hasta que volteé a ver a mi crush; tenía una mirada de incomodidad al mil.
—No te preocupes... te aseguró que no se lo diré a nadie —se atrevió a decir mirando hacia abajo.
En mi cuerpo no cabía tanta vergüenza. De camino a casa, no quiso mirarme ni hablarme.
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Anecdotario Público
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