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Yo iba a una pijamada de todo mi grado. Somos once. Y pues, ese día llevé un calzón roto en el borde. ¡Pero era mi favorito! Entonces no me importó; me convencí de que nada podría pasar.
Una vez ahí comenzamos a jugar al limbo, y como yo soy muy buena en ello, gané las primeras partidas. Mientras jugábamos no me había dado cuenta que mi pijama empezaba a bajarse un poco. Conforme pasó el tiempo, varias personas fueron quedando descalificadas hasta el punto en el que solo quedábamos una amiga y yo.
Los que habían salido del juego formaron parte del público y nos rodearon. Para ese entonces el palo estaba muy bajo, de modo que el esfuerzo era mayor. Al momento de pasar... mi blusa se levantó y dejó ver el calzón con dibujos de pulguitas, roto.
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Aún no había terminado de pasar por el palo cuando escuché risas. Acabé mi turno y un amigo me dijo "Tienes el calzón roto"
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Juro que me morí de vergüenza. Mis compañeros siguen molestándome con eso. Al menos estaba bastante oscuro, pero igualmente se vio. Nadie paraba de reírse, aunque lo único que me reconforta es que era el último día que nos veríamos.
