Anécdota de @MarlaEspinozaBedoy
Resulta que tenía entre dos y tres años, y sí, recuerdo bien cómo sucedió. Son de esos momentos que ni la somnolencia infantil hace olvidar.
Estábamos en un centro comercial, para ser más específica, en una tienda llamada MÁS, que por cierto ya no existe. Lo importante es que esa tienda tenía escaleras eléctricas.
Pues entramos, y como cualquier niña llena de aburrimiento, me puse a jugar con lo primero que me encontré: mi hermano. Pero él, tres años mayor que yo, también estaba buscando algo que le quitara el aburrimiento. Las escaleras eléctricas fueron ese algo que lo llamó.
Mi mamá estaba escogiendo ropa para no sé quién con mi papá junto a ella, así que ni siquiera se percataron de lo que sus dos pequeños hijos estaban a punto de hacer.
Tengo que admitir que hay muchas maneras de jugar con una escalera eléctrica, pero no existe una que no implique arriesgar tu vida... de modo que ya se imaginarán por qué los padres advierten sobre jugar en ellas.
Mi hermano y yo nos acercamos a la escalera y vimos como primer objeto de juego la banda que se desliza a los lados de la misma. El juego consistía en agarrarse a dicha banda y soltarse cuando se dejase de tocar el suelo.
Aunque en realidad nadie me explicó las reglas; estaban implícitas. Sólo les puedo decir que yo estaba imitando lo que hacía mi hermano, como siempre. Pero en un momento me quise arriesgar y dejar de imitar a otros, ser yo misma, crear mi propia personalidad, mi camino de vida... Já. Fue cuando decidí no soltarme y seguir hasta dejar de tocar el suelo. Al infinito y más allá.
El hecho de que no me dejé caer es cierto, pero la verdadera razón es que perdí el momento adecuado para soltarme.
No sabía qué hacer, pero mi buen hermano, luego de quedarse embobado unos segundos viendo cómo me alejaba del suelo más y más, llamó a mi mamá para que ella solucionara las cosas. ¿Qué hizo ella? Nada.
Sólo me gritaba que saltara, y en realidad tenía razón, era la única salida. Apenas iba a la mitad de la escalera, así que si no saltaba ya, era probable que muriera, cosa de la cual sí era consciente.
Mi mamá exclamó que me atraparía, y confié en ella... Grave error.
Bueno, en realidad no tan grave, porque sobreviví, pero no me atrapó. Me golpeé mi lindo trasero tan fuerte que creo que ésa es la razón de que hoy en día no tenga.
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Anecdotario Público
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