Anecdotario Público

Anécdota 60

           

Anécdota de @NoNameTHG

Soy pésima para las matemáticas; en todo el año ni un solo tema había entendido. Los exámenes finales se aproximaban y sentía que me daría un paro cardíaco. Así que pedí ayuda a la más inteligente de la clase, pero accedió a echarme una mano en todas las materias excepto en Álgebra. No sirvieron de nada mis súplicas. Se limitó a darme un papelito con fórmulas y yo no tenía la remota idea de qué hacer con cada una.

Llegó el día del examen de Álgebra.

Las manos me temblaban. Quería abrir el papel, pero como mis manos de firmes no tenían nada, sonaba el crujido de la hoja, de modo que la tutora se sentó a mi lado a ver qué estaba haciendo. En un arrebato desesperado, tuve que tirar el papel al piso y casi me echo a llorar.

Miré mi examen e intenté resolverlo. Hasta que se me ocurrió una idea: escribirle al profesor una nota en la parte baja del examen. Hasta la fecha me da vergüenza lo que escribí, pero aquí va:

Profesor, le juro que no sé nada. Sí presto atención en su clase, pero le prometo que las matemáticas no son lo mío; he intentado de todo. Usted sabe que no todos nacemos con inteligencia lógica.

Dios, qué desesperada estaba por aprobar. Cuando entregamos los exámenes, tuve que poner el mío en el centro para que nadie leyera mi estupidez. Pasé un mes esperando la libreta de notas, con el ánimo por los suelos, y el día que mi madre fue a recogerla vino con un gesto emocionado.

Me dijo que había sacado una nota altísima en Álgebra.

Casi me desmayo en ese instante.

Profesor, si algún día lee esto... lo amo.