Capítulo 12

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«Una sonrisa por fuera puede significar mil batallas por dentro.»

Elizabeth Evans.

Joder sí.

Gemí de placer al llevarme la segunda cucharada de helado de chocolate a la boca.

Había pasado una semana desde que ví a Connor. Por lo que sabía estaba jugando en Los Ángeles California, la temporada de fútbol americano empezó, de eso me dí cuenta cuando salimos esa noche. Nate, Harper, José y yo fuímos a un bar donde el ambiente estaba repleto de fanáticos viendo el juego.

¿Cómo puede haber gente tan idiota que alabe a un cantante, un futbolista, etc? No es que esté mal, es cuestión de gustos, pero siempre me pregunté: ¿Por qué no alabar a un doctor, un veterinario, un bombero?

No, y es que mi gran pregunta es: ¿Por qué ganan mejor los jugadores que los doctores? Los doctores salvan vidas, y ellos solo... Entretienen.

Y no, no estoy juzgando a los jugadores, está bien el deporte, de alguna manera logra que los jóvenes enfoquen su mente en otro tipo de cosas e intereses que no sean las drogas, o las fiestas, o el alcohol. Y eso está genial, en lo que no estoy de acuerdo es en la paga. Todo el dinero que está en juegos y no en hospitales.

Bueno, volviendo al tema de la salida, esa noche ligué  con un tipo que estaba muy bueno, pero la esperanza se me cayó al darme cuenta de que es casado. Sí, justo al órgano palpitante.

Tenía una regla muy clara y es cero hombres casados, comprometidos, con pareja. Nada de eso, sería incapaz de hacer a otra persona miserable, no me gustaba ser solo un planeta, cuando podía ser un universo entero.

Harper y Nate estaban peleando como dos perros rabiosos. No sé el porqué de tanto odio. Son como el agua y el aceite, no pueden estar juntos.

Yo sigo insistiendo que van a terminar juntos.

Miré el pote de helado en mi regazo y me sentí culpable, joder, mi dieta.

Esta noche es la reunión en casa de la abuela y yo ni siquiera me he bañado. Joder, porqué soy tan floja.

Con mucho pesar me levanté de mi cómodo sofá y me acomodé la braga. Sí, cuando estoy sola ando en braga y brasier por toda la casa. Es uno de los más grandes placeres de la vida.

Caminé a la cocina y guardé lo poco que me quedaba de helado, si tomo agua, el helado se descongelara en mi estómago y es como si nunca hubiese comido helado, ¿verdad?

Mejor me dejo de inventaderas, me metí a bañar, me iba a depilar pero no puedo ya que tengo la visita de cada mes. Mi abuela dice que cuando la mujer se depila estando en pleno período los vellos saldrán más gruesos y cañonudos. O eso dice ella. Igual y mejor prevenir que lamentar, ¿Eh?

Así que salí de la ducha y me fuí a vestir. Me puse un vestido rosa ajustado al cuerpo y de hombros descubiertos, hablando de enigmas... Muchas personas que no están conformes con su cuerpo se ponen ropa holgada y se esconden detrás de esta. Yo no, yo soy al contrario, me gusta lucir mi cuerpo, me gusta enseñarlo, demostrarle al mundo que no estoy aquí para ser sus estereotipos, yo estoy para ser mi propio estereotipo, uno extraordinario, uno sin igual.

Soy muy segura de mí misma, los comentarios ofensivos ni siquiera me pinchan, soy preciosa, diva, hermosa, y nadie va a cambiar ese concepto de mi o hacerme sentir mal.

Porque dime ¿Si no empiezas por amarte a tí misma quien lo hará?

Dejando el tema de lado me empecé a aplicar polvo, no me maquillo mucho, me estreso muy fácilmente, así que solo uso polvo para que la cara no se me vea grasosa por el sudor y brillo de labios.

Me saqué la lengua al espejo y luego me guiñé un ojo.

Hola, mamasita.

Reí y cogí un bolso de mano, ayer me entregaron la camioneta así que la paz vuelve a mí.

Al salir de mi departamento saludé a los vecinos y caminé hasta la camioneta, pasaría primero por la tienda de dulces para llevarle algunos a la abuela.

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Me senté junto a la abuela y mamá. Ellas hablaban animadamente de no se qué, mi padre estaba en la parrillera haciendo su famosa parrilla. Lo recuerdo cuando de niña lo hacía para nosotros.

No se que pasó pero Nate y Harper llegaron juntos, ambos peleando. Como de costumbre.

Nate se fue de mi departamento hace una semana. Así que me saludó efusivamente y luego a los demás.

Dahamar, mi prima se acercó a nosotros, de pequeña le tenía un poco de envidia, ella es una morena preciosa de cuerpo perfecto, nunca olvido las veces en mi madre me gritó que debía ser más como ella.

Siempre las jodidas comparaciónes que nos dañan tanto.

Era una niña, y sus comentarios me dolían eran tan: «Elizabeth, ¿Viste lo precioso que se le ve el vestido a tu prima? Tendrías ese cuerpo si no te gustará tanto comer, amor.» «Elizabeth, Dahamar ganó el trofeo a la atleta femenina del año en el instituto, ¿Para cuando tú, cariño?» «Elizabeth, Dahamar, Dahamar, Dahamar...» Y por la mierda que eso me dolía. Yo me esforzarba por hacerla sentir orgullosa de mi, y ella nunca notó mis logros, sino los suyos. Con el tiempo superé esa etapa, y fue ahí donde mi corazón empezó a endurecer, a ser indiferente. Ya no necesité halagos de mi madre, ya no necesité el cariño de mi padre. Solo me necesitaba a mi misma, para demostrarme lo increíble que era.

La saludé efusivamente, a pesar de todo siempre fuimos muy unidas y ella es mi compañera de travesuras de por vida. Luego Carlo y Yean mis otros primos llegaron junto a mis tíos. Los saludé a todos y comenzamos a hablar.

El tio Joe se fue con mi padre a ayudarle, amigos de la abuela llegaron y la saludaron, yo estaba incómoda así que me decidí a pasear un rato por la playa.

Me quité los tacones y los tomé con mis manos, empecé a andar descalza por la playa. Miré desde una larga distancia recorrida la casa de la abuela, había llegado mucha gente y todos estaban felices con copas de vino en sus manos, había buena música y todo estaba tranquilamente.

Ya los quiero ver ebrios para reírme un poco.

Me alejé más y miré la playa, las preciosas olas del mar, muchas veces me senté aquí para escribir mi libro.

—¿Por qué tan sola? Eso no está bien para una mujer tan hermosa. —susurraron en mi oído y todos los vellos se me erizaron.

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