Capítulo 3

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«No estamos rotos, solo algo torcidos.»

***

Me dirigía hacia Alabama junto a Harper. A solo unos cuantos minutos para llegar ya los nervios me atacaban. Tenía un mes sin ver a mi madre, soy una pésima hija, lo sé. Pero estuve extremadamente full de trabajo.


Adele estaba sonando de fondo en el coche. Harper iba viendo su celular mientras que yo manejaba mi camioneta, una toyota hilux negra.

Las carreteras solitarias en fin de semana se burlaban de mi, estas carreteras representaban toda mi infancia, el camino al colegio, las salidas al parque, las salidas al doctor, cuando íbamos donde mi abuela. Todo.

El característico cruce de retorno hacia el otro lado de la carretera me dió a entender que ya había llegado.

El vecindario donde salí a jugar en las noches cuando era más pequeña estaba igual, casas al lado de la otra, todas con la misma estructura pero de diferentes colores.

La entrada de árboles con hojas rojas y amarillas representaron la preciosa primavera presente, un cálido clima. Suspiré al parar el coche en la reja de la casa. Tiene una gran entrada libre para coches.

—¿Lista? —me preguntó Harper. Le sonreí y asentí.

—Lista. —abrí la puerta del coche y salí. Miré hacia adelante de mi.

Sonreí negando, mamá volvió a cambiar el color de la casa. Digamos que siempre tuvo una pequeña obsesión con respecto a los colores de la casa. La gran casa de dos pisos donde me crié estaba pintada de verde grama, tenía muy buenas combinaciones este año, blanco y negro, esta vez no metió la pata al igual que el año pasado. Quiso combinar rosado oscuro con naranja y blanco. Era un desastre.

Las flores perfectamente cuidadas me hicieron reír. Esta es la razón por la cual Nate quería salir corriendo de aquí.

Mamá solía despertarme antes de que saliera el sol para regar las flores. Y darle los cuidados con abonos que necesitaban. Y teníamos que hacer todo eso antes de que saliera el sol, ha que ella decía que si se hacía con sol, podían marchitarse.

La brisa de Alabama hacia volar mi vestido amarillo largo, estaba vestida cómoda, un vestido amarillo largo de tiras, sencillo, unas sandalias blancas a juego con accesorios y mi cabello oscuro suelto. Me quité los lentes de sol y los llevé a mi cabeza.

Harper estaba a mi lado riendo.

—Tu mamá y su obsesión por los colores de la casa. —solté una risita. Todo el vecindario lo sabía, era claro. Ella cambiaba los colores cada seis meses cuando una persona normal lo hacía cada año, o dos años y así.

—Nunca cambia. —ella rió. Miré rápidamente el garaje. Genial. Papá estaba aquí. Su camioneta chevrolet colorado negra estaba aparcada junto al aveo chevrolet azul de mamá.

Harper miró la Harley davidson negra en la entrada y negó, sabiendo a quien le pertenecía.

—Yo mejor estaré en casa de mi tia Ortencia nos vemos ahora. —dijo antes de echar a correr colina abajo. -¡Te quiero! ¡Suerte!

Genial.

Con mi llave abrí la puerta de la entrada principal.

—¿Nate? ¿Eres tú? —se escuchó el grito de mamá desde la cocina, solté una risita. Caminé hacia la cocina y me detuve en la puerta.

Ahí estaban mamá y papá. Mamá era una gordita rubia natural, sus ojos verdes eran preciosos era como si vieras un bosque verde frondoso dentro de ellos. Siempre me quejé con ellos, de que no me hicieran como mamá.

En cambio a mi hermano si lo hicieron bien. Nuestros papeles estaban malditamente invertidos. Él es el rubio como mamá de ojos verdes y cabello castaño muy claro, es flaco y por más que comía no engorda.

Estoy destinada a estar rodeada de éste tipo de personas.

Miré a mi padre.

Soy el jodido clon de mi padre en versión femenina. Él es moreno, de ojos negros, un poco gordo pero musculoso a la vez, raro ya que no hacia ejercicios. O... No sabía. Su cabello estaba repleto de canas blancas al igual que su característica barba de toda la vida. Nunca se la a quitado.

Mirarlo me daba rabia... Tristeza. Me molestaba saber que nunca estuvo para mi, solo por temporadas. ¿Qué carajos hacía yo teniendo un padre temporal? Que cuando a él le diera la gana de irse y luego volver todo estaría perfecto.

No, es que ese es el mayor error de las personas, creen que pueden herirte, lastimarte y volverte mierda y luego volver como si nada. Todos somos humanos, todos tenemos sentimientos.

¿Quién podía entendernos? ¿A quien le podíamos confiar lo que realmente sentimos sin que nos defraude? Somos personas, y somos vulnerables, por lo tanto estamos prospensos a hacer el bien y el mal. Era nuestra decisión cual hacer, y él claramente había elegido el mal.

Muchas veces de niña, pensé que papá tenía un problema mental. En mis facultades de adolescente no tomaba como algo normal lo que él hacía, por lo tanto le ponía dos opciones; uno: o le gustaba jugar con los sentimientos de mi madre y nuestros o dos: tenía un grave problema psicológico.

Yo siempre decía que no tenía ni odio ni rencores en mi corazón, pero lo miraba a él y no sabía lo que sentía. Era la persona en la cual más había confiado, y la cual más me había herido. Era mi padre pero no actuaba como uno. Simplemente ya no sabía que era para mí, o qué sentía hacia él, el único sentimiento que tenía muy claro era el rechazo. Lo rechazaba como mi padre, y lo trataba por respeto, pero nompor más. El rencor y la decepción inundaban mi pecho al verlo, la tristeza infinita, la zozobra la cólera y la agonía.

Y caía, en que era una doble moralista. Decía no tener esos sentimientos, pero él me los generaba.

Cuando Nate bajó las escaleras corriendo ellos giraron su cabeza y me vieron.

-Hija. -dijeron al mismo tiempo cuando nuestros ojos conectaron.

Es la hora de hablar claramente porque no pienso permitir otra decepción, otro rechazo. O ponemos las cartas sobre la mesa, o las variageamos de nuevo.

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