Capítulo 40

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«Algunas veces el amor dura, sí, pero otras en cambio duele.»

Elizabeth Evans.

—Lo vamos a undir de la mejor maldita manera. —exclamé con todo el odio y rencor que sentía en este momento, un sentimiento nuevo para mí. Un sentimiento de algo más intenso que el odio, sed de venganza.

—Joder, sí. No puedo creer todo esto lo que me estás diciendo, este hombre es una bestia, un monstruo. —Tony se llevó las manos a su cabello y lo jaló, yo miré a la pared. Cosa que hacía con frecuencia.

—Lo es. Es una persona sin escrúpulos, sin piedad. No tienes idea de mi reacción al enterarme de que fue él quien mató a mi abuela, demonios, la tiró por una maldita colina. —suspiré fuertemente, no emociones fuertes, calma, mi bebé. Eso era lo que me repetía constantemente.

—Dios, no puedo creer lo que es capaz de hacer el dinero. Mi Naty... —una lágrima bajó por su mejilla y rápidamente la limpió.

Sonreí, aún no le había contado de ella. Tampoco le diría, mañana en el juicio se verían por primera vez en muchos años.

—Todo va a estar bien, lo prometo Tony. Tenemos las de ganar, las pruebas, los testigos, todo. Te juro que Douglas Spinelli se va a undir.

—Diablos, sí. —su cabeza se alzó rápidamente y me miró ansioso. —En mi casa.

—¿En tu casa qué?

—En mi casa están todos los papeles del supuesto "aborto" los originales, el doctor Fabricio Méndez. Él fue quien llevó a cabo el aborto. Él vive dos cuadras más abajo de mi casa, recuerdo haberlo golpeado al enterarme. Él solo bajó la cabeza. —¡Si! Me paré rápidamente de la silla.

—Tengo que poner a mi gente ya mismo en eso. ¿Como puedo entrar a tu casa? —le pregunté mientras que sacaba el celular.

—La llave de repuesto está en la ventana de la cocina, ahí está la ventana siempre abierta. La dejaba ahí cuando llegaba hebrio y tiraba la llave.

Asentí y marqué.

...

—Todo está, ya tienen los papeles en sus manos. ¡Joder Tony! Eres increíble. —el se levantó de la silla y rodeó la mesa hasta llegar a mí.

—No Elizabeth, tú eres genial. Eres malditamente perfecta. La mujer más valiente e inteligente que pueda existir en el mundo. Carajo, mujer, eres increíble. —sin pensarlo dos veces se lanzó a mí y me rodeó con sus brazos.

Suspiré, lo rodeé con mis brazos y puse mi cabeza en su hombro, sentía tranquilidad, una paz que no sentía desde que murió mi abuela. Quizás y esto era lo que necesitaba un abrazo, un abrazo que me asegurara que todo estará bien.

—Gracias... —con una sonrisa me alejé.

—Gracias a tí, Lizzy. Muchas gracias. —reí ante su apodo.

—¿Lizzy? —le pregunté riendo.

—Un apodito. —bajó los hombros. Yo volví a reír. Tomé mi cartera y me alejé.

—Yo me voy, tengo una cita con mi cama. —él empezó a reír y asintió. Movió la mano en forma de despedida a medida que yo salía de ahí.

[...]

Después de meter los papeles en mi pequeña bóveda escondida estratégicamente en la pared detrás de un cuadro me tiré a la cama. No confiaba, por eso los metí ahí hasta mañana en el juicio.

Miré los papeles de la autopsia de mi abuela, en ese momento fue donde me decidí que iba a undir a Douglas Spinelli, en finales del juicio haría un rebote en su contra. Las pruebas lo culpaban de asesinato.

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